¿Cómo nos alimentamos en la Región de O’Higgins?
Es cosa de escribir “Alimentación en Chile” en los principales buscadores de internet para darse cuenta en ese mismo momento que la situación no va nada de bien. Si revisamos una definición bastante didáctica de lo que supone el termino, nos encontraremos con la siguiente explicación: “Es el proceso mediante el cual los seres vivos consumen diferentes tipos de alimentos con el objetivo de recibir los nutrientes necesarios para sobrevivir. Estos nutrientes son los que luego se transforman en energía y proveen al organismo vivo de aquellos elementos que requiere para vivir. La alimentación es, por tanto, una de las actividades y procesos más esenciales de los seres vivos ya que está directamente relacionada con la supervivencia”.
Ahora bien, si realizamos el ejercicio de desglosar la definición, entraremos en un pánico instantáneo y rotundo, pues presupone la presencia de un “alimento”, en circunstancias en que la agro industria y la industria alimentaria no configura ningún producto como tal. Si consideramos la enorme adición de químicos, preservantes y demás agro tóxicos en aras de una mayor productividad, quedaría atrás la tentativa de calificar a estos productos que se desarrollan con el importante nombre de “alimentos” (ya que no alimentan y son nocivos para nuestro organismo), atentando directamente a lo que conocemos como seguridad alimentaria y nutrición.
Si además desarrollamos la idea que se refiere a consumir diferentes tipos de alimentos, nos encontraremos con otra limitante: los insumos “menos malos” que la industria dispone en sus vitrinas, no son accesibles para todos, generando una brecha social que dice relación con que “a mayor ingreso, mejor alimentación” (dentro de lo malo que se nos ofrece). Pero también el análisis de esta categoría reviste otra observación en los quintiles más vulnerados: el consumo excesivo de carbohidratos y productos industriales altamente nocivos que por ser menos costosos son los más requeridos, en desmedro de frutas y legumbres que, si bien no responden a un origen óptimo, siguen siendo menos nocivos que los anteriores.
Pero creo que esto no es espontáneo, el apogeo de los pseudo-alimentos o mercancía basura nos muestra que tanto la industria “alimentaria” como la publicitaria han hecho extremadamente bien su trabajo y hoy nuestro país es estandarte de enfermedades relacionadas con la mala alimentación como diabetes mellitus, enfermedades coronarias, obesidad, sobrepeso, etc.
Panorama en la Región
Entonces, la realidad de nuestra región no dista del escenario país, y es cuestión de darse una vuelta por las distintas comunas de O’Higgins para evidenciar que el panorama de conceptos “gastronómicos” es deplorable. Un 80 % de la oferta gira en torno a las preparaciones basura o chatarra y me atrevería a decir con toda seguridad que no más del 2% de la oferta promueve prácticas agrícolas sustentables o agroecológicas que suponen preparaciones construidas con materia prima que puede definirse como alimento propiamente tal.
Por otra parte, el rotulado en los alimentos ha venido a representar una solución parche a un problema muchísimo más grave. Este problema radica en el origen de la totalidad de los productos agrícolas, lamentablemente producidos en un gran porcentaje por la agro industria y desarrollados luego por la industria alimentaria. Entre ambas, han puesto a todos en un jaque mate perfecto, el cual dice relación con que sólo podemos acceder a los productos que ellos estrictamente eligen y “mejoran”, podemos acceder puramente a lo que nos han decidido vender. Por tal razón, hemos sido despojados de la posibilidad de poder elegir entre alimentos reales y basura alimentaria. No podemos optar a un real alimento pues tal insumo no existe hoy en nuestra oferta.
No todo está perdido
Hemos visto cómo en O´Higgins y en distintos puntos de nuestro país grupos organizados y campesinos aislados han venido a reivindicar antiguas formas de hacer agricultura y han relacionado a productores con consumidores (asumiendo estos últimos el rol de co-productores) y bajo el nombre de distintas agrupaciones conscientes (o movimientos), están haciendo el esfuerzo por elevar el nivel de nuestra alimentación en cuanto a la calidad y promoción de alimentos buenos, justos y limpios.
Movimientos como Slow Food, La Cosecha o Külko de Tagua Tagua han venido a ofrecer una nueva forma de poner a disposición de la ciudadanía productos que configuran alimentos reales. Esto, a través de mercados limpios o agro ecológicos, canastas de hortalizas, sub productos y mercados orgánicos que responden además a la pequeña agricultura familiar y que nos llevan a promover no sólo estos alimentos de calidad incomparable, sino también a promover los circuitos cortos y conceptos como Precio Justo.
Pese a que la burocracia reinante en nuestro país ha hecho que toda la estructuración de estos mercados agro-ecológicos o de la tierra estén pasando por lentos procesos de configuración, creo que es vital promoverlos con fuerza desde nuestra acción individual. Desde nuestros restaurantes deberá ser una responsabilidad y una obligación la de promover a estos pequeños agricultores locales, que responden a la agricultura familiar, que han decidido desmarcarse de la agro industria y llevan alimentos verdaderos hasta nuestras mesas.
El llamado es fuerte y claro. La situación alimentaria y de sobre-producción, se hace cada día más insostenible y la tendencia tiene que ir direccionada hacia el giro de los procesos de producción actuales, en la unión de voluntades críticas del sistema alimentario está la posibilidad de condicionar el mercado actual, exigiendo productos que se enmarquen en la definición de alimentos.
“Alimentos buenos, justos y limpios para todos” es la consigna de Slow Food International a través de sus distintos Convivum, representantes en el mundo entero. Espero que esta triada que tiene una significación bastante más profunda de lo que parece, llegue con fuerza a los hogares, a los padres y madres que con cada compra consciente pueden cambiar las formas en que el mercado produce. Que estos conceptos lleguen a los colegios que necesitan una real e integral solución al tema de los “kioscos saludables” con los que el gobierno todavía está en deuda; y a Chile en general, que pide urgente una alimentación adecuada y honesta, que los alimentos hagan su entrada y que sean de libre acceso para todos y todas, sobre todo en los sectores más vulnerados.