Tomando como fuente de inspiración la frase final del escrito de la Dra. Sachi Hatakanaka (The role of higher education institutions in innovation and economic development en International Higher Education N°47, 2007), sin lugar a dudas que habría sido deseable el diálogo permanente, profundo y continuo entre todos los actores que son relevantes en la educación superior de nuestro país antes de iniciar la discusión del Proyecto de Ley que persigue su reforma (Boletín 10783-04).

Por más que el gobierno nos ha insistido en decir que el Proyecto de Ley de Reforma a la Educación Superior tuvo más de dos años de preparación, en la práctica pareciera ser que eso jamás sucedió. Las muestras de absoluto rechazo que han sido publicadas en diversas e influyentes plataformas de información y comunicación nos permiten colegir la desprolijidad gubernamental.

Una de las muchas preguntas que podríamos formular es ¿qué pasó para que llegáramos a esta situación de rechazo generalizado a este Proyecto de Ley en particular? Dentro de las respuestas plausibles, hay dos que son especialmente reiterativas. La primera es la ausencia de una hoja de ruta legitimada para el desarrollo de la educación superior de nuestro país y la segunda es que la carga ideológica en el discurso gubernamental acabó con el diálogo.

En cuanto a la primera respuesta, no es menor resaltar el rol protagónico de las instituciones privadas que han coadyuvado al perfeccionamiento de nuestro sistema de educación superior y, en esa línea, han dado respuesta a las exigencias del siglo XXI y estimulado la movilidad social. El botón de muestra es que en la actualidad la matrícula de educación superior de pregrado es de más un millón de estudiantes y, de ese universo, un 85% estudia en instituciones privadas.

La segunda respuesta amerita mirar ampliamente el contexto. Si bien hemos dicho que nuestro sistema de educación superior ha sido perfeccionado, dista de ser perfecto. Aquí está el punto medular. Como consecuencia de la falta de diálogo, hoy nos encontramos con el absurdo que presenta el gobierno de construir un nuevo sistema de educación superior y que, dentro de los argumentos, están el desmantelamiento del sistema que conocemos y, entre medio, denostando a las instituciones privadas que no son de su gusto.

En suma, el gobierno ha perdido la gran oportunidad de convocar al diálogo con el objetivo estratégico de buscar los mecanismos para cerrar la brecha en nuestro sistema de educación superior (cómo estamos y qué queremos). El Congreso debería ser el convocante para tan ansiado diálogo.