Los distintos inicios del Año Académico
Ya sea que volvamos a clases después de las vacaciones, o que empecemos estudios nuevos, estos inicios se podrían representar en distintos tipos: Los que esperan con ansias el inicio o retorno a clases, ya sea por la novedad y expectativa o por re-encontrarse con compañeros, docentes y rutinas que añora; Los que no tienen ganas de volver y extrañarán el ocio, la libertad y las vacaciones; Los que tienen miedo de volver o empezar algo nuevo, ya sea por lo que saben que les espera o porque el temor y la incertidumbre a lo desconocido los supera o la combinaciones de todos los anteriores.
Son las disposiciones o actitudes frente al ingreso a clases no son buenas ni malas en sí mismas, más importante es lo que hacemos con ellas y cómo nos ayudan los demás a sobrellevarlas.
Para el que tiene expectativas positivas es bueno que logre mantener sus propósitos, sabiendo que puede haber momentos más difíciles y menos motivantes, pero que hay metas en el camino que serán alicientes para seguir adelante. Los demás (familia, compañeros, profesores) deben estar atentos a los cambios de ánimo, para apoyar cuando sea necesario.
Para los que les cuesta la rutina y las reglas, es bueno que visualicen el para qué y el bien superior que se logra con esfuerzo, constancia y determinación. Los demás pueden apoyar modelando conductas, siendo empáticos, flexibles y ayudando a ver siempre el lado bueno de las cosas.
Para los más temerosos, es bueno reconocer sus fortalezas y talentos, confiar en sí mismos y sus capacidades, rodearse de personas positivas, comunicar lo que les ocurre internamente y saber que siempre se pueden cambiar las decisiones. Sólo puede ser valiente el que siente miedo. El que no siente miedo es un temerario. Los demás pueden reforzar todas estas ideas y propiciar la comunicación.
Ya sea que seamos los que empezamos las clases, o los que acompañamos en ese proceso, todos tenemos un rol importante que cumplir para hacer más grato el camino, lograr la mejora continua y alcanzar todos juntos las metas propuestas. Generemos climas de comunicación respetuosa. Los adultos guiemos y apoyemos, pero no destruyamos sueños por nuestras propias debilidades. Transmitamos a los jóvenes que no están picando piedra, sino “construyendo la catedral de Notre Dame”.