Lo “verdaderamente Importante”

En ocasiones, cuántos de nosotros nos hemos sentido a tientas y a ciegas por el camino de la vida. Sin suficientes señales que indiquen el mejor sendero para conducirla y en varias circunstancias no hemos sabido qué hacer y/o qué creer. Desesperados, al no tener las habilidades necesarias para enfrentar las vicisitudes. Algunos, incluso se convierten en “solucionadores espontáneos” exacerbando el sentir y la vida apasionada. Otros, en el esfuerzo por encontrar un camino, desarrollan la filosofía opuesta; sentarse a pensar, pensar y pensar.

Desde el principio de la historia intelectual de occidente, se ha considerado a la razón la facultad inmaterial diferenciadora del ser humano opuesta a la emoción. Platón declaró que “Las emociones eran caballos salvajes que tenían que ser frenados por el cochero del intelecto”; Descartes nos dijo “Pienso, luego existo”, poniendo claramente al pensamiento en el asiento del piloto. En efecto, por un lado, se nos ha dicho “eres demasiado emocional, sé razonable, contrólate”. Por el otro, nos celebran con un consejo inspirador “sigue a tu corazón, vive apasionadamente, sé espontáneo”. Así por su parte, Pascal nos recuerda la inteligencia de las emociones diciendo que “el corazón tiene razones que la razón no entiende”. Aquí, él nos anima a respetar la sabiduría de nuestros corazones, dejando de lado lo que nos grita nuestro raciocinio.

Todos sabemos cuánto nos gusta leer historias que nos tocan, nos retratan y nos recuerdan esas partes de nosotros mismos que dejamos de lado, con demasiada facilidad y ligereza. Es precisamente en una de esas historias en que, El Principito, de Antoine de Saint-Exupéry nos dice “…. No se ve bien sino con el corazón, lo esencial es invisible a los ojos”. Esta frase nos propone un nuevo sentido y expresión de racionalidad humana, un movimiento simple de preguntarnos por lo esencial.

Lamentablemente, en nuestra época, nos hemos vuelto seres realmente divididos, a pesar de los intentos que se han realizados desde diversas perspectivas humanistas para integrar la mente y el cuerpo, la cosa corporal y la cosa pensante; esta división entre lo interno y externo, entre lo público y lo privado, entre el corazón y la cabeza, no se ha logrado. Más bien, está separación se ha convertido en endémica.

Entonces, ¿qué debemos hacer? ¿cuál es el mejor camino para vivir? Aunque no pretendo dar una fórmula, ya que este es un asunto muy complejo y personal. Lo que puedo aportar, como resultado de mi estudio, es que la integración de cabeza y corazón nos hace más sabios de lo que sería nuestro intelecto por sí solo. Asimismo, siguiendo la propuesta aristotélica- tomista, que se caracteriza por su realismo, en donde el entendimiento humano recibe su medida de la realidad. “Lo que un ser humano piensa no es verdad por él mismo. Es verdadero a causa de la concordancia con la realidad”.  Por tanto, el ser humano es capaz de evidenciar la realidad en sí misma, pues si negásemos este criterio interno de verdad perderíamos todo referente objetivo respecto de la operación del conocer, tanto intelectual como sensitivo, y caeríamos en un relativismo y en un subjetivismo con graves consecuencias teóricas y prácticas para vivir.