Las huellas de los docentes son invisibles a los ojos

¿Cómo relacionamos el lema de nuestra Institución para este año académico 2019 con nuestra misión principal: formar futuros profesionales entregando conocimientos, herramientas y actitudes para que nuestros alumnos sean un aporte a la sociedad?

Nuestros valores institucionales, entre ellos el amor a la verdad, esfuerzo y solidaridad, son grandes tareas para inculcar en nuestros jóvenes que pertenecen a esta generación de lo inmediato y lo desechable en todo orden de prioridades. Sociedad que nosotros, los adultos, padres y por qué no decir, algunos profesionales, hemos creado.

Estoy segura de que la mayoría de ustedes ha leído “El Principito” de Antoine de Saint-Exupéry y en cada capítulo ha descubierto una enseñanza o se ha visto reflejado en él. Por eso, creo que nuestros valores se pueden ver plasmados en esta frase que las instituciones Santo Tomás han tomado como lema: «Lo esencial es invisible a los ojos».

El amor a la verdad es para mí invisible a los ojos. Uno no puede andar preguntando a los otros si lo que dicen es cierto, uno frecuentemente confía que es así. A pesar de no ser una acción concreta que podamos ver o tocar, su importancia es relevante para ser un profesional con valores, honrado y que sabe tomar buenas decisiones, a pesar de que signifique un error.

Sobre todo para quienes nos desempeñamos en el área de educación, ir en la vida con la verdad por delante es una de nuestras enseñanzas diarias. Por años he formado personas que tendrán la misión de ser un modelo para nuestro futuro: los niños y niñas de nuestro país.

El esfuerzo diario nos hace crecer. He visto llegar alumnos con muy pocas herramientas, tanto académicas como actitudinales, y han aprendido que día a día deben esforzarse para subir un escalón en esa escalera que es la vida. No se ve, pero el fruto de ese esfuerzo se verá en el momento de su titulación, por lo que también, es invisible, así como el zorro enseñaba al Principito.

La solidaridad es una actitud difícil de encontrar en esta rápida vida. La sociedad en su mayoría no es solidaria por sí misma, requiere de una publicidad, de un rostro público que los motive o un ejecutivo que los visite en su oficina para decidir aportar a otro.

No me refiero que ser solidario siempre es dar dinero o enseres en momentos de catástrofe. Ser solidario para nosotros es tener la costumbre de aportar un granito de arena a otros y que sea parte de nuestro ser.

Nosotros enseñamos a apoyar a docentes que lo necesitan y a los compañeros, no hacerle el trabajo o incluirlo en éste, menos dar las respuestas de la prueba. Les enseñamos a compartir lo que tenemos, lo que hacemos o lo que sabemos y no queremos publicarlo en cada momento y decir: “Hoy fui solidario”. Debe ser una necesidad del alma de cada uno de ellos.

Profesionales con vocación

Formar personas, saber quiénes son y cuál es su historia es una de las formas en que me gusta trabajar y formar. Mi creencia es que para hacer un profesional de nuestros alumnos, debemos trabajar su esencia, su autoestima, su voluntad y sus ganas de crecer como persona, no sólo en conocimiento.

Lo esencial es invisible a los ojos, no se ve más que con el corazón. Cada huella que los docentes dejamos en los alumnos, sea cuál sea su edad, es invisible a los ojos de los padres y de la sociedad. Dejamos alegrías, sueños, deseos de cambiar, valentía, amor, reconocimientos y tiempo. Por eso, los invito a ser de aquellos que sembramos sueños invisibles y no dejemos miedos, frustraciones y decepciones en el camino de nuestros alumnos. Seamos profesionales con vocación, seamos aquellos locos que nos levantamos felices de ir a compartir nuestra vida con esos niños, adolescentes y jóvenes que quieren recibir de nosotros lo mejor: lo invisible.