La violencia como forma de relacionarnos
En el siglo XX, el antisemitismo nazi, desplegado en la violencia ejercida al pueblo judío, generó el puntapié inicial de la discusión sobre los DDHH, su reconocimiento y la necesidad de que todos los países incorporen en su legislación dicho marco normativo. Pero a pesar de esto, somos testigos, ya en pleno siglo XXI, que la violencia está cada día más integrada a la cotidianidad y amenaza nuestro derecho a tener una vida que permita nuestro desarrollo pleno.
La construcción de una sociedad basada en el logro individual por sobre el bienestar colectivo ha sido la semilla que durante parte del siglo XX y en nuestro agitado presente ha germinado con una fuerza casi sin contrapeso, presentándose como “la forma” de resolver las necesidades de la sociedad.
Sus consecuencias son evidentes: se ha generado una sociedad con una escandalosa inequidad, donde un porcentaje ínfimo acumula la riqueza del nuestra agotada “tierra” y donde la violencia se ejerce cada segundo sobre todos quienes quedan excluidos de este grupo selecto.
Las salidas de las crisis económicas de hoy en día se buscan resolver de la misma forma y con la misma lógica que ha generado nuestro actual mundo: más productividad, más desarrollo, más contaminación, más desigualdad… más derechos atropellados, más ricos los ricos, más pobres los pobres… más portonazos, más robos, más muertes, más cárceles, más castigos, en fin, un círculo vicioso sin fin…
Frente a este escenario, nuestras opciones pueden ser: incluirnos sin vacilar en esta vorágine, sin siquiera cuestionarla, tratando de que nos toque un pedazo de la torta de la riqueza y privilegios; o, desde nuestro espacio de influencia, por muy pequeño que sea, cortamos el circuito de la violencia, cambiando nuestra lógica de relacionarnos, con una mirada en la que el respeto del ser humano esté por sobre todo.
En nuestras familias creemos espacios de desarrollo para cada uno de sus miembros, preocupémonos de que en el colegio los niños tengan un espacio desafiante, entretenido, innovador y respetuoso, que estimule su desarrollo; y en el trabajo, generemos contextos donde lo importante no sea sólo el objetivo o producto a desarrollar, sino quienes lo hacen posible: las personas… Quizá de esta manera sembremos algo distinto para el futuro.