La maternidad tiene que ser hermosa y no horrorosa

En el marco de la celebración del día internacional de la familia, quisiera destacar una parte muy importante de la misma, la maternidad.  En uno de los grafitis que se pueden encontrar pintados en los muros de Santiago se lee: “La maternidad tiene que ser hermosa y no horrorosa”.  Esta afirmación, con la que a priori todos podemos estar de acuerdo, puede dar lugar a diferentes posturas que orienten a una toma de decisiones totalmente opuestas.

Si con la frase “maternidad hermosa” nos referimos a una exenta de problemas, sería prácticamente imposible aplicar el adjetivo hermosa a la maternidad. Las mujeres que son madres saben, mejor que nadie, las dificultades, temores y riesgos que implica la maternidad, pero también saben que estos no necesariamente frustran su felicidad y que en muchas ocasiones, ser madres ha sido una gran motivación para vencer obstáculos en la vida. Han sido capaces de descubrir en sí mismas nuevas fuerzas y coraje que ni ellas mismas conocían y les ha hecho crecer como personas.

En un ambiente de individualismo y enfrentamiento, es difícil ver al otro y sobre todo al otro vulnerable o necesitado, como un don, como alguien que enriquece nuestras vidas, más bien se tiende a ver como una “carga” o un enemigo de quien defenderse ya que impide o al menos obstaculiza nuestro “pleno desarrollo”.  Un “desarrollo personal” por otro lado bastante pobre, ya que únicamente se basa en nuestros propios intereses y visión y que por lo tanto, se pierde el enriquecedor aporte de los otros.

Es cierto que hay mujeres que afrontan su maternidad en condiciones particularmente difíciles. Este hecho nos apremia a realizar un esfuerzo mayor por parte de todos y cada uno por proveer a estas mujeres de los apoyos necesarios, según sus circunstancias, para que puedan desarrollar su maternidad en las mejores condiciones posibles.

Movidos por una verdadera solidaridad, no faltarán ideas que apoyen la maternidad, ni buena voluntad para ponerlas en práctica. Ideas que acojan y apoyen a la mujer y respeten el derecho a la vida del hijo que se está desarrollando en su seno. Así la maternidad podrá ser hermosa tanto para la mujer como para aquel que hace posible su condición de madre, y, como consecuencia, para la familia.