La diversidad no es una excepción, es la norma

Aunque la palabra “autismo” se usó por primera vez en 1911 con el fin de describir algunas características de las personas esquizofrénicas, las bases y definición del Trastorno del Espectro Autista (desde ahora TEA) fue obra de Leo Kanner. El psiquiatra austriaco publicó en 1943 los resultados de un estudio exhaustivo basado en el comportamiento de sujetos con variadas dificultades para interactuar socialmente, quienes también presentaban severos inconvenientes para adaptarse a nuevas circunstancias. Además, los pacientes manifestaban movimientos estereotipados repetitivos y habilidades comunicativas descendidas. Si bien Kanner pensaba que estos aspectos estaban relacionados con las carencias afectivas generadas por los padres, investigaciones posteriores reafirmaron que el origen del autismo se encuentra en las distintas bases neurológicas de los individuos. Básicamente, existen diferencias en la arquitectura cerebral de las personas neurodiversas – con respecto a las personas neurotípicas – que se ven reflejadas en la forma, tamaño o conexiones.

Trabajos en pediatría conducidos por Hans Asperger en 1944 ayudaron a dilucidar que el autismo se puede evidenciar de maneras más leves. Los infantes mostraron una inteligencia por sobre la media, aunque expresando severas limitaciones para relacionarse, además de conductas obsesivas. A pesar de los esfuerzos en su divulgación – que incluso dieron posteriormente nacimiento al término Síndrome de Asperger –, pasarían décadas antes de que sus estudios causaran revuelo en la comunidad científica. No sería hasta 1994 cuando se instaura el Trastorno Generalizado del Desarrollo (TGD) como una nueva concepción, la que en si misma abarca tanto el autismo como el Síndrome de Asperger. Finalmente, a partir del gran avance en el campo, y particularmente en la identificación de la diversidad de casos asociados al autismo en la población, en el año 2013 se elimina el concepto de TGD para reconocer las diferencias individuales y unificarlas en el concepto que actualmente se conoce como Trastorno del Espectro Autista.

El TEA en la actualidad

Aunque todas las personas que presentan TEA responden a características individuales, la comunidad científica reconoce dos grandes áreas afectadas. Por una parte, existen las dificultades en la comunicación y la interacción social, las que pueden ir desde desafíos leves para expresarse o no presentar inconvenientes en el discurso (pero sí en el uso del lenguaje) hasta la ausencia total del lenguaje oral y el aislamiento absoluto. Por otra parte, se observan conductas inflexibles en los comportamientos, intereses restringidos y acciones repetitivas en las actividades de la vida cotidiana. Además, manifiestan diferentes respuestas ante los estímulos sensoriales provenientes del ambiente. La severidad del TEA se asocia a la intensidad de apoyos que requiera el individuo según sus necesidades y pueden variar con el transcurso del tiempo. Es en función de estos apoyos, por lo tanto, lo que permite establecer las bases para programar intervenciones y adaptaciones en los distintos contextos.

¿Cómo apoyar a las personas con TEA?

Es necesario considerar que las personas con TEA responden de manera distinta a los estímulos de la vida cotidiana. En consecuencia, es crucial tener algunas consideraciones cuando nos relacionamos con ellos:

  1. Reconocer que los obstáculos del contexto pueden limitar el desarrollo de las personas con TEA.
  2. Comprender que la diversidad es la norma, entendiendo que todos tenemos características y necesidades individuales.
  3. De manera específica, podemos ayudar a la inclusión de las personas con TEA promoviendo el desarrollo de las funciones ejecutivas, principalmente la planificación y anticipación mediante rutinas en el aula, como, por ejemplo: mencionar explícitamente el tiempo de duración de una actividad; ruta de trabajo considerando el contenido, criterio de evaluación, objetivo, etc.; marcar la estructura básica de la clase, incluyendo inicio, desarrollo y cierre. Teniendo en cuenta los elementos anteriores, las personas con TEA pueden hacerse una idea general de cómo ocurrirán las cosas.
  4. Utilizar material auxiliar que facilite la comprensión de instrucciones proporcionadas por los docentes para actividades específicas. Por ejemplo, tutoriales audiovisuales breves y sencillos para su fácil entendimiento, establecer un paso-a-paso de manera escrita y explícita.
  5. Facilitar el contenido de alta complejidad y de difícil abstracción con apoyo audiovisual o imágenes.
  6. Promover tareas en equipo, identificando un posible par-tutor para incentivar la inclusión.
  7. Incentivar el uso del lenguaje, dándoles la oportunidad de expresarse de forma autónoma.
  8. Explicar el lenguaje figurado.

Referencias