Hábitos de estudio: sentido y refuerzo
Un hábito es una conducta individual (costumbre es el término para lo grupal), que una vez adquirida (aprendida) se repite en el tiempo de manera más o menos automática. Por ser una conducta humana inicialmente voluntaria, requiere sentido; no es un instinto innato.
Si levantarse a las 5 de la mañana para ver si hay un gato en el patio no tiene sentido, no se convertirá en un hábito para la persona. Por tanto, para generar hábitos de estudio, lo primero es que aquello tenga un sentido para el niño o niña: querer que le vaya mejor, ordenar el horario, hacer rendir más el día, organizar los espacios con el resto de los miembros de la casa, tener menos ansiedad, ser como otros compañeros apreciados que lo hacen…
Por otra parte está el refuerzo, que permite mantener la conducta, y que puede ser interno o externo. Es la consecuencia de la conducta, en este caso, del hábito. Ejemplos de refuerzos externos pueden ser: una buena nota, una felicitación del profesor o de los padres, un premio por parte de los padres o por el contrario que desaparezcan las molestias y discusiones que provocaba la falta del hábito, el reconocimiento de los compañeros…
Importancia del refuerzo interno
El refuerzo externo es más frágil que el interno, porque si desaparece con el tiempo, el hábito también se puede extinguir. De ahí la importancia del refuerzo interno: la alegría frente a un buen resultado, la satisfacción al cumplir una meta, la motivación por seguir estudiando y aprendiendo, el interés en el conocimiento, la curiosidad por aprender, la expectativa de estudiar alguna carrera y ejercer determinada profesión, oficio o disciplina…
Por ser interno, este tipo de refuerzo es autodeterminado, difícil de inyectar desde afuera en un “par de sesiones”. Los padres pueden transmitir esta motivación a través del ejemplo, manteniendo hábitos en casa que den frutos positivos, transmitiendo en las conversaciones cotidianas el interés por el conocimiento y la satisfacción que produce descubrir nuevas cosas y generar ideas propias a partir de ello. Un bonito ejercicio familiar para alguna hora de encuentro diario podría ser que cada uno cuente con entusiasmo y alegría: “Hoy día descubrí que…”