El Eros, como lo entiende Lewis,  es la vivencia del  enamoramiento. Es un estacionarse en el amor, un quedarse y permanecer en su cobijo. Nos dice: “Entiendo por Eros, obviamente, ese estado que llamamos ‘estar enamorado’; o si se prefiere, esa clase de amor en el que ‘moran” los amantes’ (1). Distingue, luego Eros de Venus y va a aplicar su análisis a señalar ambos conceptos como formas de manifestar este amor.  Se complementan.

Hoy se sitúa a Venus como omnipresente y como única manifestación de Eros, lo cual, como veremos, va a quedar establecido como erróneo. Al afirmar que:  “El deseo sexual, sin Eros, quiere eso, la cosa en sí; Eros quiere a la amada.” (2) Lewis hace una distinción fundamental: la totalidad de la persona es el objeto del Eros, no una parte de ella. Esto implica visualizar el amor en una medida trascendente a lo que me otorga el placer del Eros. El placer mismo se denomina Venus y sería una parte determinada del gozo que otorga la manifestación del Eros.  Por eso, Lewis habla de fijarse en la persona y no en el placer que ella me otorga. Esto obedecería a una mirada libidinosa o lasciva que el mundo actual ha entronizado como natural, sin hacer notar su carácter reñido con una adecuada antropología que subordine lo instintivo a lo racional, sino, más bien, poniendo énfasis en aspectos del hombre que lo animalizan y degradan.

Eros no cosifica, sino que descubre otro ser al cual se entrega.

Efectivamente:

“Puede darse que algunos hayan sentido primero un mero apetito sexual por una mujer, y luego, en una etapa posterior, se hayan ‘enamorado de ella’. Pero dudo que esto ocurra con frecuencia. Más a menudo, lo que ocurre primero es simplemente un maravillado estar absorto en la Amada, un absorbimiento general e inespecífico en ella como totalidad. Un hombre que se encuentre en ese estado realmente no tiene tiempo para pensar en el sexo. Está demasiado ocupado pensando en una persona. El hecho de que sea una mujer es mucho menos importante que el hecho de que sea ella misma.” (3)

Venus sería un aspecto que ayuda a aterrizar a Eros. Ya hemos visto que Eros parece “divino”; así es que, saberse influenciado por la diosa tendría que ser utilizado en este peligro que subyace en todos los amores naturales. Esto ocurre claramente cuando Eros se arroga cualidades que no le pertenecen y parece olvidar que somos parte de la animalidad. El cuerpo del hombre hace que Venus se manifieste en él. Esta materialidad ayuda a refrenar la «autodivinización» de Eros. Los males que se siguen de no saber conducir el apetito sexual, son innumerables y esto también juega su rol para que el hombre vea su dependencia, no glorificando este amor. El aspecto terrenal de Eros -que se encamina a través de Venus- impide la facilidad de situarlo como un amor desligado y absoluto.

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(1)LEWIS, C.S. Los cuatro amores  Andrés Bello, Santiago de Chile 2001pp111

(2)LEWIS, C.S. Los cuatro amores  Andrés Bello, Santiago de Chile 2001pp114

(3)LEWIS, C.S. Los cuatro amores  Andrés Bello, Santiago de Chile 2001pp113