Enero se acaba… en medio del calor agobiante del verano más caliente de los últimos años, de un ambiente político convulsionado y, por, sobre todo de la incertidumbre de lo que ocurrirá luego de las vacaciones cuando el país retome el conjunto de actividades laborales, educacionales y sociales que son parte de la cotidianidad de la vida de toda sociedad.

Tal vez ese sea el signo de los tiempos. Una profunda incerteza respecto de lo que vendrá, acompañado de otro rasgo que cada vez se hace más evidente, como son las contradicciones entre lo que sostenemos y lo que hacemos. Así, en el marco de lo que vivimos como país, afloran conductas y discursos que dan cuenta de las contradicciones que nos afectan, las que horadan de manera persistente la confianza, ya sea en las personas o en las instituciones, sin duda uno de los factores basales de la crisis que enfrentamos.

Estamos llenos de contradicciones cuando afirmamos que tenemos conciencia de que se deben mejorar las condiciones salariales y laborales de una significativa parte de los trabajadores, pero no se materializan hechos que den cuenta de dicha preocupación. Enfrentamos contradicciones cuando reclamamos el Derecho a la educación, pero restringimos ese derecho a otros impidiéndoles asistir a clases o rendir una prueba de selección. Nos ocurre cuando declaramos que existe la necesidad de abordar con urgencia los temas de pensiones, salud, educación, pero quienes deben procesar las leyes no sesionan para esto y no pueden renunciar, aunque sea parcialmente, a su descanso estival. Nos pasa cuando reclamamos que debemos retomar la seguridad y el orden público, pero no tenemos acuerdos mínimos de que significan y como se debe cautelar estos bienes. Nos sucede cuando existe acuerdo en que los ciudadanos deberían gozar de más y mejores servicios proporcionados por el Estado, pero no discutimos en serio cómo seremos capaces de financiar esas prestaciones en el largo plazo.

A nivel individual, en la última encuesta CEP, se demuestra una consolidación de como en la Opinión pública se produce una contradicción entre la satisfacción individual frente a la percepción de la satisfacción de los demás. 60% se siente totalmente satisfecho con su vida, pero solo un 11% cree que los demás lo están. Yo estoy bien, los demás no, parece ser la conclusión.

¿Alguien puede creer que si Chile estará peor, que si habrá malas expectativas en el mercado laboral, que habrá baja inversión, que si no habrá confianza en las instituciones…es decir todo el contexto estará peor, su situación individual será mejor?

Baudeliere nos decía: “En la declaración de los derechos del hombre se olvidaron de incluir el derecho a contradecirse.” …