Me tomé algún tiempo en escribir esta columna buscando entender al máximo lo ocurrido en estos días en nuestro país y leí muchas opiniones de diversos prismas políticos para tener un punto de vista más objetivo. Este tiempo, además me permitió ver cómo fueron cambiando las cosas al transcurrir los días y conocer la respuesta del gobierno a esta compleja situación.

Chile ha demostrado un innegable éxito en combatir la pobreza, con los mismos indicadores que a comienzos de los 90 revelaban que un 25% de los chilenos vivían en pobreza. Hoy esa cifra es inferior al 10% y si utilizamos indicadores de pobreza multidimensional, casi un 20% de la gente vive en pobreza mientras que esa medición extrapolada a 1990 alcanzaría un 70%. Pero ese avance reveló nuevos desafíos y expectativas de las personas, ya el problema principal no es la pobreza, sino cómo se accede a las bondades de un sistema que al parecer atrae y deslumbra al mundo entero, pero en el día a día las familias chilenas –especialmente de clase media-  logran pasar el mes con lo justo.

Lo que está claro es que esto ha sido un cóctel efervescente, donde se mezclan la desigualdad, el aumento en las tarifas de servicios básicos, la ausencia de liderazgos, un modelo económico dependiente de materias primas (cobre), descontento popular con la salud, jubilaciones, seguridad, educación y un largo etcétera que este gobierno no va a resolver, ni el próximo, como tampoco lo pudo hacer el anterior.

Esto es una expresión de una democracia que está en jaque. Se ha reclamado mucho sobre la clase política, la corrupción y los sueldos de parlamentarios, pero parte importante de los reclamantes no se dirigen a las urnas para escoger sus representantes, esto último es lo higiénico en un modelo de democracia y las manifestaciones callejeras debiesen ser una excepción.

Este proceso también ha revelado una costra impregnada al margen de nuestra sociedad, donde la delincuencia y el pillaje es una forma de vida y en el caos encuentran un espacio óptimo para desmanes y saqueos a la propiedad pública y privada. Esto me ha parecido lo más negativo de lo sucedido estos días y aún no lo logro entender del todo. Sólo me hace sentido que la preocupación ciudadana por la seguridad pública es real y seguirá siendo materia pendiente.

Respecto al paquete de medidas anunciadas por el gobierno, me parece que se ha logrado un buen avance, pues se hacen cargo de algunas de las demandas inmediatas y responde a las legítimas expectativas de la gente que quiere ver cambios ahora, aunque por otro lado, me quedo con la sensación de que aún queda mucho por hacer en las próximas décadas.

Finalmente, me parece que hay mucho que reflexionar y evaluar para que hagamos cambios a nivel de nuestras responsabilidades y en lo personal -muy importante-, para que Chile sea un país más justo y feliz.