Educación Parvularia: Incluir desde la ternura

“Todo el mundo habla de paz, pero nadie educa para la paz. La gente educa para competir y este es el principio de cualquier guerra. Cuando eduquemos para cooperar y ser solidarios unos con otros, ese día estaremos educando para la paz” María Montessori.

Hablar sobre la ternura o el educar con ternura parece un tema lejano en la educación, sin embargo, es una práctica habitual en el rol de las educadoras, educadores y técnicos en Educación Parvularia, o por lo menos así debería serlo.

No es un tema poco tratado el hablar como un sistema educativo competitivo en que se privilegia los resultados por sobre el proceso de enseñanza aprendizaje, daña el desarrollo integral de un niño o niña. Los pequeños deberían ir creciendo en un ambiente donde aprendan como prioridad el ser solidarios, amar, reconocer emociones en si mismo y otros. El desafío suele ser el construir espacios de interacciones pacificas y respetuosas, donde los tiempos e intereses sean adaptados a las necesidades de los párvulos, y no sean los párvulos quienes sean condicionados a una estructura poco flexible en horarios y experiencia de aprendizaje.

El buen trato y las expresiones de afecto permanente permiten favorecer un desarrollo armónico en los individuos. “Desde la perspectiva autopoética, educar es un fenómeno biológico fundamental que envuelve todas las dimensiones del vivir humano, en total integración del cuerpo con el espíritu, recordando que cuando esto no ocurre se produce alienación y pérdida del sentido social e individual en el vivir” (Maturana e Nisis 1997).

Educar desde la ternura implica reconocer en el otro un ser valioso en si mismo solo por el hecho de su existencia misma, incluir desde el respeto, los ritmos de aprendizaje de cada ser, contemplando su familia, su entorno. Vivimos en una época donde la discriminación, la segregación, la exclusión son una constante, sin embargo, el educar desde la ternura permite prevenir y remediar los efectos nocivos de no reconocer en el otro un ser valioso y digno.

En la vorágine de los tiempos, que están determinados por las exigencias escolares, laborales, familiares, muchas veces queda poco tiempo para la conversación que den valor al otro y permitan que se exprese y sea reconocido, por ello el aula infantil debiese ser un espacio que de esa posibilidad.

El propiciar ambientes de aprendizaje amorosos contribuyen positivamente en el desarrollo de niños y niñas, cuya necesidad y práctica no debe olvidarse para crecer como sociedad y ser seres más justos.