Día de la Educación Parvularia: Ser docente en estos tiempos

 

“Normalmente se les toma como sinónimos, pero los profesores, educadores y maestros tienen grandes diferencias entre ellos. Un profesor da un curso y luego se va a casa. Un educador da un paso más allá y se preocupa por la formación personal de sus estudiantes. Un maestro ha sobrepasado ambas descripciones”.

Como educadora de párvulos y docente de educación superior, comienzo con esta definición de las diferencias entre profesor, docente y maestro. Para muchos es un simple sinónimo, pero en el trasfondo tiene mucho de cierto: cada día, los niños, adolescentes y jóvenes están más difíciles, o será que nos piden cada día estrategias más novedosas y participativas.

Hoy nuestros estudiantes son activos, pueden pensar y hacer muchas cosas en el mismo momento, ellos no pueden estar sentados horas y horas escuchando a su profesor, teniendo una mínima participación cómo era en nuestros tiempos, sobre todo los preescolares. Me pongo muy triste cuando escucho decir “si ellos van a pasar a básica, deben estar callados y sentados” y yo pienso: ¿por qué?, ¿quién dijo que los niños deben estar tranquilos y en silencio para aprender?, ¿qué sucede que la educación actual en su gran mayoría ha cerrado la puerta de sus salas al juego, la música y el arte como un gran apoyo para entregar aprendizajes significativos y totalmente relacionados con los objetivos de las bases curriculares?

Como formadora de futuras profesionales de la educación, he reafirmado mi postura y la de mi institución Santo Tomás, que el aprendizaje activo y participativo es un gran apoyo para adquirir conocimientos y habilidades, sobretodo sociales, ya que frecuentemente se trabaja en equipos y debemos motivar la comunicación efectiva, la tolerancia y el reconocimiento de los potenciales de cada uno para lograr cumplir con nuestra meta. Si vamos más a fondo, esas son las habilidades que estamos necesitando en los jardines y colegios. Los niños están siendo formados competitivos, ser el mejor, el mejor puntaje, el mejor semáforo y cada día son más individualistas y más egoístas de sus conocimientos, ¿cómo van a formar parte de una sociedad inclusiva, una sociedad que puede mirar a su lado y apoyar al que lo requiere, si el discurso es ser el mejor?

Es por esto que invito a quienes deseen comenzar un camino dedicado a educar, a preguntarse ¿por qué quieren educar?, ¿qué los motiva a ser profesor? Busquen en sus respuestas esa palabra que creo falta en el corazón de muchos profesores: vocación. El amor por hacer crecer en todas las dimensiones a esas mágicas semillas, que se depositan en las manos de una educadora y un profesor, con la esperanza de hacer de ese ser humano una gran persona, no importando que en su mayoría no reciben el sueldo que la educación merece, que debemos llevarnos trabajo a casa y que tenemos que crear materiales hasta largas horas de la noche, sólo porque sabemos que serán provechosos para esos alumnos el día de mañana.

No olviden que estarán formando el futuro, a los que dirigirán nuestros país, a los que cambiarán todas las injusticias y diferencias que hoy tenemos, y sobretodo que esas personas que están sentados junto a ustedes tienen corazón, energía, alegrías, tristeza y sueños, no sólo cerebros para llenar de conocimientos

Hay muchos profesores que llegan al grado de maestro y no porque han estudiado una maestría, sino porque su vocación los lleva a formar personas, a cultivar corazones, a descubrir en una mirada la tristeza, la dificultad y parar la clase y consultar qué sucede; profesores que se quedan después de clases, explicando individualmente a ese niño o joven que no fue capaz de preguntar para no sentirse disminuido frente al grupo; maestros que dejan una huella y son recordados a pesar del paso del tiempo, esos maestros que incluso aman más que los propios padres.

A esos maestros invito a seguir, a ponerse como meta diaria entregar no sólo conocimientos, sino enseñanzas para la vida, invito a parar unos minutos y jugar o cantar con sus alumnos sentados en las mesas o en el suelo, aplaudiendo, riendo y verán que el día de mañana serán recordados por eso. Paren su clase y pregunten por sus sueños, por sus miedos, por sus penas y alegrías, no se imaginan lo que aprenderán ustedes de esos niños o jóvenes.

Hagan de esos años una gran oportunidad de formar personas solidarias, esforzadas, luchadoras y sobretodo felices, regalen una sonrisa al inicio y al cierre de su clase, den amor. Aunque muchos crean no es nuestra labor, un estudiante que se siente amado y valorado, aprende más, porque sabe que creen en él y que él no es un número en la lista, es una persona importante y necesaria para la clase de ese día.