Derechos y oportunidades para las múltiples formas de ser mujer hoy
La conmemoración del Día Internacional de la Mujer es una invitación a la reflexión sobre cómo construimos el mundo social compartido, y una interpelación a hacer de éste un espacio de mayor inclusión y participación.
El 8 de marzo recordamos a miles de mujeres que, desde las reivindicaciones femeninas obreras del siglo XVII hasta las luchas cotidianas actuales, apuestan por el reconocimiento del derecho a la participación en espacios públicos y a la legitimidad de cada una de las múltiples formas de ser mujer. Sí, porque en nuestra cultura actual no podemos seguir hablando de una forma de ser mujer, sino del derecho y respeto a la multiplicidad de formas de constituirse como tal. No se trata de que ya la mujer no quiera el espacio doméstico y su realización está ahora en el espacio público, o que ya no nos interesa la crianza o no queremos amar y cuidar. Se trata de asumir que la forma que queramos asumir es una construcción en base a opciones y no mandatos sociales inamovibles e incuestionables. Es tener la convicción de que mi ser mujer no es algo dado sino que se construye en relaciones y oportunidades de las que vamos participando.
Para lograr entender y concretar este desafío, se requiere un soporte social que genere condiciones de posibilidad para que todas las mujeres, en sus diferentes formas, tengamos oportunidades de desarrollo basadas en el respeto y bienestar.
Sólo colectivamente podemos avanzar en este desafío. Con el compromiso de una sociedad que no criminalice a la mujer trabajadora y no estigmatice a la madre, que no vea en el cuerpo de la mujer un objeto sexual comercializable, pero que tampoco juzgue el disfrute y uso del cuerpo que la propia mujer quiera dar a sí misma. En fin, una sociedad que avance en relaciones respetuosas que abran caminos de desarrollo independiente del biocuerpo hombre o mujer en el que nacemos.
Como mujer, psicóloga social comunitaria y madre me siento interpelada cada momento a aportar con miradas críticas de las formas en que hoy seguimos configurando espacios de participación e incidencia femenina desde el estereotipo que discrimina y nos permite crecer. Me siento interpelada a problematizar en relación a la violencia de género que sutilmente nos marca día a día. Tengo la profunda convicción que tenemos el deber ético de transformar y avanzar en estos temas.
Por ti, por mi, por todos y todas. Contribuyamos desde nuestras cotidianidades a hacer de nuestros espacios de relación unos espacios amorosos y respetuosos en igualdad y dignidad. Hagamos de la escuela, la calle, la familia, la amistad y la pareja un espacio que reconozca la igualdad de derechos y la opción por la diferencia. Construyamos espacios donde las múltiples formas de ser mujeres sean posibles y legítimas.