Académicas de Santo Tomás Los Ángeles abren ciclo de exposiciones literarias enmarcadas en Feria del Libro y las Artes

El jueves recién pasado se dio inicio a una nueva versión de la Feria del Libro y las Artes, donde las presentaciones de libros, a cargo de escritores nacionales y locales, son sólo una de las múltiples actividades gratuitas y abiertas a la comunidad que impulsa esta iniciativa.

La primera de ellas se realizó en dependencias de Santo Tomás Los Ángeles y comenzó con la exposición del libro “Neuroeducación social, hacia una pedagogía emocionalmente inclusiva”, texto escrito por un equipo de profesionales compuesto por las académicas Karen Franz y Alejandra Robles, y liderado por la jefa de carrera de Educación Diferencial de Santo Tomás Los Ángeles, Faviola Inostroza.

En este contexto, Inostroza relató que para ellas fue muy significativo presentar el libro a nivel local, en el marco de esta Feria del Libro y las Artes, permitiéndoles poder compartir una reflexión académica sobre los sistemas educativos. De igual forma, se dio el tiempo de conversar y ahondar en torno al escrito.

En 2016, postularon al concurso interno de postulación de libros y se lo adjudicaron para la versión 2016-2017, comenzando a escribir “Neuroeducación social, hacia una pedagogía emocionalmente inclusiva” durante el segundo semestre de 2016.

– ¿De qué forma está estructurado el libro?

Comienza desde la neurociencia hacia la neuroeducación. Posteriormente, aborda el concepto construido de neuroeducación, pasando por la educación social: recién ahí escribimos respecto a la neuroeducación social. Todo eso lo dividimos en cuatro áreas que son género, valores y no violencia, interculturalidad y la diversidad funcional.

– ¿De dónde nace la necesidad de escribir y abordar el tema de la Neuroeducación social?

Partió netamente desde un debate académico que teníamos dentro de la escuela, principalmente con las académicas. Dentro de la malla curricular se imparte el área de la neuroeducación, quizás no con ese nombre, pero sí es un tema que está super en boga.

A partir de ahí, pensábamos en cómo poder desarrollar un aprendizaje que fuera significativo en los estudiantes pero que no se desarrollara sólo desde el tema del contenido, sino que fuera más allá.

¿Por qué? Básicamente porque, como Educadoras Diferenciales, movilizamos y creemos firmemente en el modelo de inclusión social, no solamente de nuestros estudiantes que presentan algún tipo de necesidad educativa asociada a una discapacidad, sino que, a la diversidad, lo más amplio. Es decir, de conocernos como seres humanos.

Fue ahí donde surgió esto de ir por el lado de las neurociencias, pero aplicadas a la educación; en base a lo mismo, vimos que nos faltaba algo y cruzamos la neuroeducación con la educación social.

– En Chile, ¿Cuál es el escenario actual en esta materia?

La educación social en Chile está en pañales todavía, no existe una carrera formal pero sí como una modalidad de un sistema que surge de la pedagogía social que es la forma, en el fondo, de enfrentar los procesos sociales a través de una educación transversal.

Decidimos llamar al libro “Neuroeducación social, hacia una pedagogía emocionalmente inclusiva” porque, de los principios de la neuroeducación, la emoción es la única forma de tener un sustrato para poder aprender.

Cuando emocionas tu cerebro, ya sea los contenidos o el aprendizaje quedan instaurados en tu ADN, no se van por la curva del olvido. Tomamos elementos como la curiosidad, la creación, la motivación para poder movilizar procesos sociales, en el fondo, que fueran significativos para levantar la sociedad que actualmente está en decadencia.

– ¿Esto también podría impulsar a que los docentes utilicen una metodología que permita conectar todos estos aspectos y transmitir conocimientos, basados en la emocionalidad?

En el fondo, el libro no pretende ser una receta. Contempla el contexto en donde se desarrolla el tema de la educación formal, pero sí tiene algunos elementos que son relevantes de destacar y que sí hay que considerarlos en el aula.

Por ejemplo, dar periodos de ventana, que la exposición no sea simplemente una exposición, que no haya una repetición constante, sino que sea a través de elementos que abran la curiosidad, que motiven al estudiante, que conecte emocionalmente también y en esa emocionalidad no pasa solamente por el simple abrazo que, muchas veces, también es necesario. Se trata de generar una empatía con el estudiante.

Eso es lo que le proponemos al lector como herramienta, no como receta. No pretende ser, de ninguna forma, un manual de neurociencia, pero sí tenemos que tocar ciertas estructuras cerebrales que van a estar al servicio de la educación posteriormente.

-Según tu experiencia, ¿Cómo es la realidad chilena en este sentido?

Cuando hablamos de neuroeducación hay que decir que existen más preguntas que respuestas; o sea, esto es algo que está transitando, que finalmente la panacea de la educación tiene que ser un tránsito hacia generar procesos que sean sólidos, que sean constructivos, que sean emocionalmente significativos para los estudiantes.

Estamos, quizás, comenzando con la revuelca. En Chile todavía está siendo desconocido y por eso es interesante el libro; por eso también la adjudicación de la escuela en este sentido, que es un proyecto motivador porque resulta que, a nivel local, no tenemos muchas propuestas en neuroeducación.

El mayor literato en estos momentos es Francisco Mora, en España; entonces, es un contexto súper distinto. Por lo mismo, resulta interesante promocionar este proyecto, abordando la inclusión, desde el aula, para llegar a lo social.

Desde la articulación ministerial, quizás, lo que se debe hacer ahora es la bajada a los profesores, que los profesores conecten con esto; si bien es cierto, las mallas curriculares siempre abordan la neuroeducación, el tema se queda solamente en el sustrato biológico, fisiológico; es decir, cerebro, funciones, pero no aborda el cómo ejecutamos eso, finalmente cómo lo conectamos con la metodología, con la pedagogía, que es en lo que se traduce todo esto.

– ¿De qué forma pueden estar relacionados estos conceptos, de qué forma trabajan juntos?

El cerebro, se supone que es la herramienta cognitiva que va a estar al servicio de los procesos de aprendizaje; por excelencia, entender que, por ejemplo, los lóbulos prefrontales tienen que ver con la atención. Eso, un docente debiese manejarlo fisiológicamente; tiene que ver con que la sala esté iluminada, con el área visual, porque a través del hipocampo va a permanecer en la memoria posteriormente.

Entonces, se requiere de algún conocimiento de la anatomía del cerebro para poder estructurar los procesos, pero no tiene mucho sentido saber cómo funciona si no sé cómo lo activo. Es ahí donde nosotros hacemos una provocación al docente; de hecho, hay varias preguntas que son retóricas dentro del libro que van dirigidas a los profesores.

– ¿De qué forma se puede activar todo esto para que, en definitiva, se pueda llegar a los alumnos y que, efectivamente, puedan adquirir los conocimientos que requieren?

Después de toda la revisión de la evidencia empírica y la literatura, lo primero es generar procesos de atención que sean conscientes; eso quiere decir que, si la jornada escolar dura 8 horas, el niño va a permanecer una cierta cantidad de semanas en el colegio al año, tendré que variar las metodologías y esas metodologías deben incluir procesos de atención, provocación al comienzo.

Los profesores, muchas veces, comienzan la clase y no hay ningún elemento provocativo que haga que el estudiante enganche; nos volvemos tan monótonos, tan predecibles, abusamos muchas veces de la tecnología y tenemos datas todas las clases, qué pasa finalmente con las atención y concentración del estudiante, desciende porque ya sabe lo que viene.

Lo que nosotros proponemos es generar elementos curiosos y no es que vamos a hacer múltiples planificaciones para múltiples actividades dentro de la sala; nosotros proponemos que el año es bastante extenso para ir generando nuevas metodologías dentro de la sala.