Las aves procellariiformes planean por todo el mundo desde hace más de 60 millones de años, se han diversificado en más de 100 especies y su estudio ha sido muy difícil para los investigadores. Por las características de Chile, muchas de ellas viven y transitan por nuestras costas.

Otra de las riquezas naturales de las que goza Chile, y que probablemente la mayoría de los chilenos desconoce, es la gran congregación de aves procellariiformes que planean por nuestras costas. Se trata de uno de los grupos de aves más fascinantes el planeta; “son las aves pelágicas por excelencia”, catalogó el doctor Heraldo Norambuena, Director de Investigación y Desarrollo del Centro de Estudios Agrarios y Ambientales (CEA) en Valdivia, en el marco de la conferencia “Aves Procellariiformes: ecología y evolución”, organizada por la Facultad de Ciencias de la UST.

Dos de las principales características que han fascinado al hombre sobre estos pájaros son sus capacidades de migración y dispersión de gran distancia. Estas especies, donde destacan los albatros, justamente habitan la zona pelágica (la columna de agua del océano que no está sobre la plataforma continental), es decir, que viven gran parte de su vida volando sobre el agua. Haciendo uso de las corrientes de aire a nivel del agua, mediante lo que se denomina “planeo dinámico”, logran cubrir grandes desplazamientos casi sin gastar energía. Esto les “permite explorar distintos ambientes y poder cruzar prácticamente todo el globo de este a oeste”, explicó Norambuena.

Se trata de un grupo muy antiguo: se estima que el ancestro de todos los procellariiformes habría tenido su origen alrededor de 65 millones de años atrás, en los inicios del Paleoceno.

Y justamente la característica migratoria de la especie ha hecho muy difícil su conocimiento, ya que habitan en islas muy alejadas del continente, complejizando el acceso a sus sitios de reproducción.

Hasta el año 2004 se conocían poco más de 110 a 120 especies de aves procellariiformes y ese año se publicó la primera filogenia sobre este grupo, pero en 2010 se alcanzó mayor certeza de la diversidad de este orden gracias a información genética. Así, la clasificación actual reconoce 134 especies y ha cambiado la clasificación a nivel de familias. “En toda la historia previa había mucho error respecto a su sistemática y taxonomía; no se sabía cuántas familias y especies componían este grupo”, relató el director de I+D del CEA. En términos generales -según detalló- se han identificado históricamente cuatro familias: Hydrobatidae (que considera a todas las golondrinas de mar), Procellariidae (que incluye las fardelas y petreles y concentra la mayor diversidad), Pelecanoididae (yuncos, una familia bastante pequeña con sólo seis especies principalmente costeras) y Diomedeidae (con los albatros, las aves de mayor envergadura alar).

“Con la información de filogenia, generada a partir de información genética, si le sumamos información fenotípica, podemos determinar cuál es el origen aproximado de este grupo y modelar cuáles fueron los procesos que fueron generando la cantidad de especies que tenemos actualmente”, apuntó el doctor Norambuena.

Y, como era de esperarse, la formación de nuevas especies en este grupo ha sido influenciada en gran medida por procesos de dispersión.

Peligros para estas aves

Las principales amenazas para estas especies están dadas por la contaminación, tanto de plásticos en los océanos, como lumínica en las ciudades que se cruzan en su camino entre sus lugares de nidificación y el mar, donde se ven atraídos por los focos de luz de las ciudades y caen, quedando desorientadas. Esto les puede causar la muerte por inanición o depredación por perros o gatos.

En el caso de la contaminación marítima, se estima que dentro de pocos años casi la totalidad de las aves marinas van a contener plásticos en su sistema digestivo, mientras que en cuanto a la contaminación lumínica, en el caso de Chile, este fenómeno se concentra principalmente en la zona norte y -en el caso de la golondrina de mar negra- se ha podido estimar que cada año caen al menos 13 mil individuos (su población se ubica en poco más de 60 mil). “Por lo tanto, posiblemente ese es uno de los impactos más importantes que tenemos en el país sobre fauna silvestre vertebrada. Lo único que se le asemejaría sería la mortalidad de cisnes de cuello negro en el Río Cruces, en 2004, donde habrían desaparecido alrededor de 10 mil individuos”, lamentó Norambuena sobre el cierre de su exposición.