“Si dos semanas después del hecho aún no se puede volver a una rutina normal, es momento de consultar a un especialista”, aconseja María Luisa Rivera, psicóloga y coordinadora del Centro de Atención Profesional.

El miedo a los asaltos es una consecuencia habitual luego de ser víctima de un delito de este tipo, las personas se vuelven más cuidadosas y temerosas: evitan usar el teléfono celular en la calle, miran hacia todos lados cuando caminan en un lugar oscuro, o detienen su marcha ante la presencia de cualquier “sospechoso”. Precauciones normales, pero que a veces se exacerban hasta impedir que se retome la vida normal. Cuando eso ocurre, una buena medida es consultar a un especialista que ayude a enfrentar y controlar esos miedos.

Así lo sostiene la psicóloga María Luisa Rivera, docente y coordinadora del Centro de Atención Profesional (CAP) de Santo Tomás Viña del Mar, quien comparte algunas recomendaciones para superar estos indeseables episodios. Los consejos van desde el momento en que se sufre el asalto, pasando por los minutos posteriores hasta llegar a semanas después.

Qué hacer durante un asalto

Frente a un asalto, la académica señala que la mejor reacción es no oponer resistencia. “Pasa que las personas se exponen más de la cuenta enfrentando al asaltante. ‘¿Por qué te voy pasar mi teléfono?’ desafían, siendo que el otro está con un arma blanca. Eso de sentirse omnipotente y creer que puedo enfrentar a un tipo que quizás está drogado y que tiene experiencia en robar, no es recomendable. Hemos sabido de personas que han perdido la vida por mil pesos o por un celular; ahí no hay que hacerse el héroe”, sostiene.

“Otra reacción negativa es gritar pensando que alguien te va a ayudar, porque hoy estamos en una sociedad donde desgraciadamente muy poca gente ayuda y además el asaltante puede tratar de silenciarte con un cuchillo. Insisto, lo mejor es entregar las cosas y luego tomar ciertas precauciones que no vayan en contra de mi cotidianidad”, añade.

Recomendaciones después del asalto

En cuanto a los minutos u horas posteriores al asalto o robo, María Luisa Rivera recomienda hablar con alguien sobre lo ocurrido, tanto para calmar el nerviosismo como para racionalizar el incidente.

“Se debe describir el asalto de la forma más específica posible, es decir, ‘venía hablando por teléfono, sentí una pistola en la espalda, grité, me asusté, no le vi la cara a la persona, lloré…’ ¿Por qué? Porque después de cada evento traumático la persona queda tomada por la emoción del momento, que es la angustia, y la angustia desarrolla una serie de patologías como el estrés postraumático donde aparecen flashbacks que nos recuerdan el evento, pero sin la posibilidad de racionalizarlo. Entonces empiezas con dificultades para dormir, miedo a salir a la calle, miedo a enfrentar la vida cotidiana, etcétera”.

Lo importante es que el sujeto sienta que él no provocó el asalto y que sepa reconocer las emociones del momento: ‘me dio rabia pensando que este tipo no va a pagar’, o ‘sentí miedo porque pensé que me iban a matar’. Es importante poder aclarar la situación que vivió, que sea capaz de saber qué le pasó, ojala hablar con alguien inmediatamente ocurrido el trauma”, continúa.

El miedo a los asaltos permanece

Entendiendo que en los días posteriores la vida diaria se verá afectada, la coordinadora del CAP de Santo Tomás Viña del Mar señala que si después de dos semanas no se logra retomar la rutina, hay que buscar ayuda.

“Si se prolonga en el tiempo y empiezas a generalizar y el tema dificulta tu vida normal, ahí ya es preocupante. Por ejemplo, si no puedes volver a salir a la calle, que es como la caricatura de la agorafobia, o si frente a cualquier lugar abierto experimentas la misma angustia del momento del robo, debieras consultar con un especialista”, dice.

La psicóloga comenta que “yo diría que hay que preocuparse cuando los síntomas se instalan por más de dos semanas. Por ejemplo, si sigo teniendo dificultades para conciliar el sueño, si tengo pesadillas recurrentes o crisis de angustia. El ataque de pánico tiene que ver con una sensación de ahogo, opresión en el pecho, sensación de muerte inminente, sudoración excesiva. Otras sintomatologías son los flashbacks, la inestabilidad emocional, etcétera. Si esto se prolonga por más de dos semanas es momento de consultar a un especialista”.

“Lo normal no es que a uno le dé igual pasar por el mismo lugar sin ningún cuidado, sino que lo normal es ser prudente y pensar cómo puedo evitar que me suceda lo mismo. Entonces, a lo mejor decides no sacar el teléfono en una calle muy transitada, pero si estás en una reunión, puedes usarlo. Ahora, si uno no toma ningún resguardo y deja el auto abierto en un lugar sin vigilancia, es muy probable que pueda volver a ocurrir lo mismo”, finaliza.

Psicóloga, María Luisa Rivera

Psicóloga, María Luisa Rivera