Desafíos 2018 para la Educación Chilena
Cuando el primer día de clases se acerca irremediablemente, son muchas las interrogantes y emociones que afloran no solo en los estudiantes, sino también en los padres y profesores, actores protagónicos en esta tríada de la vida. Los primeros, algunos ansiosos por volver a reencontrarse con sus amigos de la escuela, otros, ojalá los menos, quieren que ese día jamás llegue. Los padres, esperando recuperar la tranquilidad que les da el que sus hijos pasen buen tiempo del día en la escuela y los profesores, listos a enfrentar un nuevo año de arduo trabajo.
En este escenario es muy probable que a más de alguna sala de clases llegue algún estudiante inmigrante, en situación de discapacidad o simplemente de otra escuela, y allí es donde la inclusión comienza a tener sentido y permite que la sala de clases no solo sea un lugar para adquirir conocimientos académicos, sino que también valiosos aprendizajes para la vida.
El decreto 83 sobre planificación diversificada del currículum nos habla del Diseño Universal de Aprendizaje y adecuaciones curriculares como estrategia complementaria que comenzó el 2016 con una marcha blanca; el 2017 debía implementarse en pre kínder, kínder, primero y segundo básico, el año 2018 se suma 3° y 4° básico, y el 2019 se incorporará 5° y 6° básico; cuando esto se concretice, será sin duda uno de los pasos más importantes en pos de una verdadera educación inclusiva poniendo en valor el respeto a la diversidad que está presente en todas las salas de clase.
El Decreto 83 nos invita a re-mirar el currículum y reconocer que existen diferentes formas de aprender, distintos ritmos, que existe esta diversidad. Al inicio de este año lectivo tengamos presente que existen dos tipos de barreras que dificultan la verdadera inclusión: las físicas, que muchas veces solo implican botar un muro, ensanchar una puerta o anexar una rampa; y las actitudinales, que cuesta más derribar porque son parte de nuestra cultura.
En relación con esto, cito a Robert Barth (1990), profesor de Harvard… “Pero la pregunta que me gustaría que se planteara más o menos es: ¿Cómo podemos hacer un uso consciente y deliberado de las diferencias de clase social, género, edad, capacidad, raza e intereses, como recursos para el aprendizaje?’… Las diferencias encierran grandes oportunidades de aprendizaje. Las diferencias constituyen un recurso gratuito, abundante y renovable. Me gustaría que nuestra necesidad compulsiva de eliminar las diferencias se sustituyese por un interés igualmente obsesivo por hacer uso de ellas para mejorar la enseñanza. Lo importante de las personas —de las escuelas— es lo diferente, no lo igual”. Esta anhelada escuela democrática del profesor Barth no es diferente a la deseada escuela de Freire (1993) donde la pedagogía de la esperanza es el antídoto contra la pedagogía de la exclusión. Que este nuevo año escolar nos encuentre hablando de esta “Escuela para todos” (UNESCO, Jotiem, 1990) porque sin duda, es una realidad posible.