Según varios historiadores y politólogos la historia del siglo XX comienza realmente en 1914, con el inicio de la Primera Guerra Mundial, y finaliza nada menos que en 1991, con la desintegración de la Unión Soviética. Es decir, viene siendo un siglo muy corto, y en parte importante fue impactado por la Guerra Fría (1945 – 1991) a través del permanente conflicto geopolítico entre Estados Unidos y la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), esto es, la dicotomía “capitalismo – comunismo” y “democracia liberal – totalitarismo”. Un tema y acontecimiento no menor fue la Revolución Comunista en China en el año 1949.

Con la desintegración de la Unión Soviética parecía que el mundo giraba de una situación “bipolar” a un esquema “unipolar” en que Estados Unidos parecía la nación triunfante con un poder hegemónico sobre el resto del mundo. Algunos analistas internacionales señalaban esto de una manera coloquial sosteniendo que EEUU se había convertido en el “policía” del mundo. Esta tesis argumentaba que la democracia liberal y el capitalismo habían resultado victoriosos para siempre, opinión defendida por el intelectual y filósofo Francis Fukuyama. Sin embargo, la guerra de los Balcanes y el potente ascenso económico de China hacían ver más bien un mundo más “multipolar” que “unipolar”, y también relativamente fracturado. Varias naciones en el período 1991 – 2000 comenzaron a buscar un espacio importante en el “puzzle” geopolítico mundial (India, Federación Rusa, Turquía, entre otras).

En estos primeros 25 años del siglo XXI varias naciones han realizado reformas estructurales profundas que les han permitido una creación de riqueza material que se ha visto reflejada en la calidad de vida de sus habitantes, consiguiendo así un peso económico, militar y geopolítico importante, tales como China, India, Rusia y Corea del Sur. Estas primeras décadas del siglo XXI han visto aparecer múltiples actores no menores en la escena mundial, observándose así un mundo fragmentado y multipolar. Estados Unidos y los países europeos occidentales han perdido peso y musculatura a nivel global. Y el siglo XXI cada vez se parece más a un siglo vinculado al mundo geográfico del Asia – Pacífico, dejando de ser un mundo relacionado con el océano Atlántico. El equilibrio de poder a nivel mundial ha cambiado enormemente en estos últimos 110 años (1914 – 2024).

América Latina, por su parte, intenta influir en algo en la esfera mundial, pero las desigualdades sociales, los conflictos políticos internos y el escaso desarrollo económico hacen muy difícil la aparición de algún actor global en este continente, ni siquiera Brasil o México, a pesar de su peso económico. América Latina quizás seguirá siendo por mucho tiempo un actor muy secundario a nivel internacional, poco influyente en las decisiones de poder a nivel global, y sólo con una agenda específica con Estados Unidos en materia de migración, drogas ilícitas e inversiones y comercio exterior.

A nivel global, se observa claramente un mundo muy dividido y fragmentado, en especial entre “democracias” y “autocracias”. También entre los países ricos y desarrollados y el denominado “Sur Global”. Otra forma de analizar y conceptualizar esta profunda división sería entre Occidente y “los BRICS y el mundo oriental”. Otro problema adicional es el creciente armamento nuclear que han ido diseñando y creando las naciones en los últimos 25 años. Tenemos hoy en día un mundo demasiado incierto, inestable, complejo y agresivo. Y muchas naciones pequeñas deben aprender a jugar “a la defensiva”.

 

Gustavo Mallat Garcés (Académico e Investigador)

Analista Internacional

Universidad Santo Tomás (UST – CIMON)