Salud mental de niños, niñas y adolescentes. Los impactos de la sindemia
La salud mental en tanto estado de bienestar de las personas permite el pleno desarrollo de sus capacidades y habilidades. En el caso de niños, niñas y adolescentes, supone, además, el reconocimiento y ejercicio pleno de derechos consagrados en la Convención sobre Derechos del Niño (1990) respecto a la salud, la sobrevivencia y máximo impulso de sus potencialidades.
El COVID-19 tuvo más que impactos sanitarios. Implicó y afectó múltiples dimensiones sociales, psicológicas y emocionales de la población y por supuesto de niños, niñas y adolescentes en todo el mundo. La sindemia como plantea Lolas (2020), requiere de una aproximación no solo biomédica, sino sociopolítica poniendo de relieve sus orígenes sociales y las desigualdades que han quedado en evidencia como consecuencia en poblaciones que ya vivían en condiciones de vulnerabilidad. De acuerdo con estimaciones de Unicef (2021) se calcula que más de 1 de cada 7 adolescentes de 10 a 19 años sufre un trastorno mental diagnosticado en todo el mundo y casi 46.000 adolescentes se suicidan cada año, una de las cinco principales causas de muerte para este grupo de edad.
Pero estas cifras, son incluso anteriores a la emergencia sanitaria. De este modo, la crisis de salud mental se estima que puede ser incluso más grave que la del virus y sus efectos, más prolongados. Los efectos del confinamiento, el aislamiento social, la alteración de las rutinas, los cambios en los sistemas educativos han agravado el bien-estar psicológico y social de las infancias sobre todo de aquellos expuestos a condiciones de menos cuidado biopsicosocial, desigualdad y exclusión como dimensiones estructurales. Según Cortés (2022) el aislamiento que impidió a las niñeces establecer relaciones con sus pares y cercanos, trajo consigo repercusiones importantes en términos biográficos en la consolidación de la identidad personal, la autoestima y la socialización, ámbitos que justamente se despliegan con mayor fuerza en esta etapa.
Junto con lo anterior, trastornos de estrés postraumático, la vivencia del duelo, ansiedad, depresión entre otras manifestaciones son descritas como sintomatologías por las que están atravesando niñas, niños y adolescentes cotidianamente (Paricio del Castillo & Pando, 2020). Dadas las cifras, es urgente el abordaje de estas cuestiones que, requerirá en lo inmediato, de acciones multinivel.
De parte de los Estados en su rol de garante principal de derechos, poner los temas de salud mental de las infancias en la agenda pública como prioridad, en el marco de definiciones de política pública sustentadas sobre la base del enfoque de derechos humanos, los determinantes sociales de la salud y la participación activa de las comunidades.
Como consecuencia de ello, invertir en robustecer un sistema de salud que permita prevenir e intervenir a tiempo. De parte de las y los adultos, visibilizar y hablar de los temas de salud mental que están afectando las generaciones más jóvenes, al mismo tiempo que dotarnos de dispositivos que también apoyen su salud mental.
De parte de las instituciones, escuelas en particular, el despliegue de estrategias sensibles a las necesidades de sus comunidades, eliminando toda forma de estigmatización y discriminación, conteniendo los episodios más difíciles que atraviesan niños, niñas y adolescentes y realizando búsqueda activa de situaciones que puedan estar afectando a las niñeces en su bienestar psicológico. Las temáticas de salud mental han sido históricamente invisibles y altamente estigmatizadas. Sin embargo, es el momento de estar alertas y actuar oportunamente, resguardando el estado de bienestar psicológico y social de las niñeces, sus cuidadores y comunidades.