La restauración de O’Higgins y sus imperdibles en tiempos de pandemia
Quisiera comenzar esta columna de opinión homenajeando a un restaurante que cambió la oferta gastronómica en la localidad en donde vivo, San Vicente de Tagua-Tagua. El Fogón se ha ido tras 25 años de historia en el pueblo, sin un gracias, sin un reconocimiento público, el restaurante que pusiera en la mesa preparaciones tradicionales y que se posicionara como uno de los mejores de Cachapoal por su cocina regional típica, se ha ido y nadie ha dicho nada. Tan importante es agradecer a los actores que han contribuido a nuestra gastronomía, tan importante es valorarlos, pues sin ellos no tendríamos historia. Justamente de ella carecemos pues nunca hemos valorado lo que tenemos, aun siendo una región poseedora de una despensa gastronómica maravillosa, millonaria y ecléctica.
La restauración en O’Higgins es tan diversa como su territorio. Conoce de obligados muy importantes que forman parte de nuestra identidad y patrimonio, sin embargo, también está integrado por mucha siutiquería foránea, que poco ha aportado en sentido y arraigo cultural, pues los restaurantes son creados por pasión y convicción o por interés pecuniario y rentabilidad. Hemos absorbido en nuestras provincias repletas de arraigo campesino, conceptos que imponen las tendencias y que llegan como una novedad, mas no hemos valorado aquellos que nos representan y que son nuestra carta de presentación y valor agregado para el turista. En este sentido, quisiera reconocer algunos restaurantes que son sangre de las venas de algunas de nuestras localidades.
San Vicente
Quiero comenzar por mi tierra, hablando de un restaurante que nos entrega preparaciones regionales que forman parte de los sabores culinarios más intensos y campesinos, donde puedes ser atendido por el mismo garzón de hace 20 años atrás y puedes degustar de la tradición de sus sabores bajo un parrón o en un salón de aquellos antiguos, ubicado en el patrimonial barrio norte de San Vicente de Tagua-Tagua, entrar al Ferroviario es encontrarse con la historia que nos identifica, es volver a degustar sabores maestros y únicos.
Rancagua
Sigo con una cantina que ofrece almuerzos y en horario vespertino carnes asadas, que tiene para ofertar bebidas patrimoniales y que no se avergüenza de su marcada identidad chilena. Por las paredes y techos podemos evidenciar una serie de antigüedades, propias de la memoria de Rancagua y de nuestro país, su luz tenue y su barra clásica nos muestran cuan honesto suele ser un comedor al cual cualquier turista quisiera visitar, porque es distinto, porque sabe a Chile, porque no lo encontrarán en otro lugar. El Viejo Rancagua es un obligado en el Paseo Estado de Rancagua, así como lo es también el caldo de patas de La Pensión Central en el mercado de la capital regional, para el cual hacen filas a la hora del desayuno, una locura de sabor y energía maridada con una caña de vino tinto para cortar todo tipo de inseguridades.
Colchagua
En Colchagua me quedo con Las Delicias de Lolol y su plateada fascinante, acompañada de guarniciones abundantes, pan amasado y pebre tradicional. Es un restaurante pequeño, pero que supera cualquier expectativa. La cocina va con mucha tradición y amor, el servicio con calidad humana y honestidad.
También me gustan aquellos de contextos clásicos en todo sentido, desde su infraestructura, servicio y carta. En ese sentido, el Club Unión Social de Santa Cruz jamás me ha decepcionado, única en pleno centro de Santa Cruz, visitarlo es encontrarse con las raíces de nuestro país y la culinaria de nuestra región sin pretensiones, pero con mucha identidad.
Cardenal Caro
Para terminar, me gustaría reconocer tres tipos de restaurante en Cardenal Caro. Uno de playa clásico, que brinda todo lo que esperamos encontrar cuando visitamos Pichilemu, es La Hostería La Gloria. Tiene un concepto de restauración tradicional chilena, con emplatados a la antigua usanza y cocteles clásicos, una carta típica llena de preparaciones abundantes.
No podría dejar pasar a otro comedor de la misma localidad, uno tradicional, pero con preparaciones reversionadas; sin lujo, sin hablar tanto, pero de cocina deliciosa y muy fresca, es IYAEL RIKU, una linda experiencia que resulta de nuestros productos tradicionales e influencias foráneas muy sutiles.
Finalmente, ubicado en Bucalemu, quiero recomendar la historia de un patrimonio vivo de nuestra cocina de costa: La Gaviota. No sólo es un embajador de nuestra tradición gastronómica, también es un embajador de nuestra despensa culinaria regional. En el restaurante encuentras todas sus preparaciones elaboradas con sal de mar local, también aceite con aceite de oliva regional y lo mejor de la pesca artesanal. No te puedes ir sin probar la corvina en los tiempos en que este lujo está disponible, tampoco sin ordenar la jaiba limón inmersa en sus preparaciones y la reivindicación de la quinoa en diferentes formatos. Este restaurante – que data de 1962 y que es fruto del trabajo familiar – ha evolucionado de un concepto tradicional clásico a otro tecnificado. Muestra de ello es la importancia que le han dado al maridaje y la incorporación de vinos de alta gama y cervezas regionales, así como también la de los platos que, manteniendo la chilenidad de la provincia de Cardenal Caro hoy se muestran con manufactura técnica. La merluza a la Gaviota es fiel prueba de ello, reuniendo la pesca de la localidad, sabores típicos y toques modernos. Imposible no visitarlos si te encuentras en esta hermosa comuna.
Venir a O’Higgins es una experiencia única, una experiencia con sentido, diversa y deliciosa, en donde puedes encontrar cocina tradicional chilena, cocina de mar y sensaciones inigualables hasta en las localidades más recónditas de nuestros valles. Es importante visitarlas, valorarlas y hacerlas parte de nuestra vida, pues somos los habitantes locales, los que debemos empujar nuestras costumbres alimentarias y gastronómicas al mayor de los niveles, de forma asociativa y colaborativa. Lo que no se conoce, no se valora, y lo que no se valora no se recomienda.
Los invito a convertir este destino agrícola en un destino gastronómico y de esta manera desarrollar nuestras comunidades en virtud de nuestra riqueza alimentaria y biodiversidad marina, para que las oportunidades y la prosperidad no sólo lleguen a las grandes empresas que aquí habitan, sino también lleguen a nuestra gente y a sus localidades rurales. Los productores y los embajadores son el eslabón principal de nuestra cadena gastronómica, aquellos que pueden convertirnos en un territorio turístico y obligado para nacionales y extranjeros.