La omnipresencia divina es un conocimiento que Lewis denota en base a la revelación cristiana, esta  ve en el rostro del hermano el rostro de Dios. Prójimo significa cercano. Si estamos en el amor junto con nuestros semejantes, estamos ya vivenciando a Dios. Son enseñanzas que están en lo profundo de la sabiduría enseñada por Cristo, las cuales simplemente Lewis recuerda. Si afirma que “fuimos hechos para Dios” esto está en el espíritu de la fe, sintetizado por San Agustín, con una fórmula que han repetido los siglos: “… quia fecisti nos ad te et inquietum est cor nostrum, donec requiescat in te”.1 Dios, como Padre, nos tiene siempre en su mirada. Su acogida es perenne y necesaria. Estar siempre en su cobijo es una de las certezas más profundas y hermosas de nuestra fe. Realmente se vive en Dios y es así como:

“Todos estamos recibiendo Caridad. En cada uno de nosotros hay algo que no puede ser amado naturalmente. Nadie tiene la culpa de que no se ame en esa forma. Solo lo que puede incitar amor puede amarse naturalmente. Sería como pedirle a alguien que le guste el sabor del pan podrido o el ruido de un taladro mecánico. Se nos puede perdonar, compadecer y amar a pesar de todo eso, con Caridad; de ninguna otra manera. Todos los que tienen buenos padres, esposas, maridos o hijos pueden estar seguros de que en algunos momentos- y quizá todo el tiempo, cuando se trata de algún rasgo o hábito en particular- están recibiendo Caridad: no son amados por ser amables, sino porque el Amor Mismo está en aquellos que los aman.” 2

El eslabón de los amores naturales con el amor divino es lo único que puede asegurar la existencia para siempre de ellos. Debemos ver la divinidad en los amores porque de hecho existe, pero, para que el amor sea tal, debe depender del amor verdadero y no asumir sus propios cauces, que no tendrán  destino cierto. Ahora bien, esto es así, porque:

 “El modo de este mundo es lo efímero. El nombre mismo de la naturaleza implica lo transitorio. Los amores naturales pueden aspirar a la eternidad solo en la medida en que se han dejado conducir a la eternidad de la Caridad.; en que han permitido que ese proceso al menos comenzara aquí en la tierra, antes de la llegada de esa noche en que ningún ser humano puede trabajar. Y el proceso siempre implicará una especie de muerte. No hay escapatoria. En mi amor a la esposa o al amigo, el único elemente eterno es la presencia transformadora del Amor Mismo. Por esa presencia, y solo por ella, los otros elementos de esos amores pueden tener la esperanza- la misma que entre nuestros cuerpos físicos- de resucitar de entre los muertos. Porque solo esto es sagrado en ellos, solo esto es el Señor.” 3

 

1 AGUSTÍN, SAN. Confesiones. BAC. Madrid. 1974, p. 73

2 LEWIS, C.S. Los cuatro amores. Andrés Bello, Santiago de Chile. 2001. p. 160

3 LEWIS, C.S. Los cuatro amores. Andrés Bello, Santiago de Chile. p. 164-165