Síndrome de Burnout: ¿Por qué nos quemamos?
En el último tiempo, hemos sido testigos de la sobre exigencia diaria a la que nos someten las distintas aristas de la vida. Donde, en ciertas ocasiones, los niveles de estrés son presionados más allá del límite que puede soportar un cuerpo, el cual supera tal estado de exigencia y termina alterando la salud de las personas.
Este colapso, en un principio se denominó como “síndrome de burnout” o el síndrome del trabajador quemado, en referencia a la cronificación del estrés laboral. Sin embargo, el mundo laboral no es el único que arriesga tales malestares, ya que puede afectar desde estudiantes y a cualquier persona que sufra de desgastes constantes.
Un desgaste que, normalmente se desencadena cuando una persona no alcanza a liberar los periodos de estrés, sosteniendo mayores exigencias y actividades, cuestión que va provocando una sobrecarga mental. Dada las pocas herramientas que se tienen para llevar este estrés, haciendo que se desencadene una patología crónica, cuando se comienza con síntomas como agotamiento emocional, fatiga, baja autoestima e incluso estados depresivos (cronicidad máxima) al no lograr contrarrestar la sintomatología básica. Es por ello, que resulta importante poder identificar estos síntomas a tiempo, para así evitar posteriores patologías y por supuesto, el detonante del síndrome de burnout.
Las razones por las que se han presentado más casos son diversas, una de ellas es la gran cantidad de cambios que han existido en el último tiempo. Nos enfrentamos a nuevas adaptaciones una y otra vez, junto a cambios repentinos en las modalidades de trabajo además de la constante incertidumbre. Un conjunto de dificultades mucho más complejo, que ejerce cierto nivel de agotamiento mental donde se debe invertir demasiada energía o, aplicar otro tipo de metodología que no se utilizaba anteriormente.
Por ejemplo, el teletrabajo y escuela en línea, con adultos que no se manejan mucho con redes tecnológicas, y que requieren dedicarse a toda actividad a través de una computadora, además de la supervisión constante de sus hijos en su aprendizaje; cuestiones altamente estresantes cuando no existe una costumbre ni tiempo de adaptación de por medio.
Así, es que trabajar en casa implica dirigir la atención de forma multidireccional, resultando mucho más difícil separar la parte emocional y familiar del trabajo. Entonces, estos factores de estrés en conjunto generan un mayor desgaste tanto físico como emocional, los cuales requieren de una atención más integral con un equipo de trabajo adecuado como siquiatra, psicólogos y terapeutas complementarios que apoyen y acompañen en el proceso que permita a la persona empoderarse de su tranquilidad, entregándole mejores herramientas para disminuir los niveles de estrés.
¿Cómo nos podemos cuidar?
Una opción muy recomendada es la masoterapia, ya que disminuye bastante la tensión muscular, además de relajar el sistema nervioso, para así combatir los niveles de activación y aportar a un descanso progresivo. Así como el uso de las flores de Bach, que actúan directamente en las emociones de las personas, elaboradas de acuerdo con un análisis del paciente, que les permita conciliar un equilibrio emocional, necesario en las sobre exigencias que gatillan el síndrome de burnout. Otro tratamiento complementario es el uso de Reiki, el cual trabaja directamente en los chakras bloqueados de la persona. Cuando se presentan niveles de estrés elevados, se tiende a tener bloqueos en ciertas zonas del cuerpo, en alguno o más de un chakra (de los siete que tenemos), representados a través de emociones o ligadas a ciertos órganos, el Reiki tiene como función principal desbloquear y lograr un retorno al funcionamiento por medio de la canalización de energías, permitiendo un óptimo flujo de éstas.
Como trabajo de prevención, puedes seguir las siguientes recomendaciones:
- Define tus horarios para trabajar, para pasar tiempo en familia, y dedica espacios para actividades personales que estén dentro de un progreso positivo en un ambiente propositivo.
- Cuando trabajes en casa, pon límites e informar a tu familia el horario laboral, designando un horario familiar de almuerzo. Tener una rutina ordenada ayuda a disminuir los niveles de estrés.
- Haz pausas saludables. Después de 2 horas de trabajo continuas, desconectarse un poco del y hacer ejercicios de respiración consciente, focaliza tu energía netamente en esa respiración, que sea profunda y mantenida en 4 tiempos antes de exhalar.
- Acompaña tu día con musicoterapia o música relajante de lluvia, mar, cuencos, sonidos que lleven tu mente a un estado más tranquilo, con visualizaciones o meditaciones guiadas. La idea es que el cerebro se desconecte un poco de la sobrecarga, para así retomar con mayor concentración en estado mucho más relajado. Recuerda que trabajar más horas implica menor rendimiento, en cambio, invierte en breves pausas para un rendimiento de mayor calidad.
Debemos ser capaces de reconocer la necesidad de educar sobre la salud mental, entregar capacitaciones y herramientas a los trabajadores para evitar la cronificación del estrés y así no llegar al punto de desarrollar el síndrome de burnout, coordinando un horario protegido, por ejemplo, para que se respeten las pausas activas, e incluso gestionar actividades en comunidad que cultiven el autocuidado.
Hablar del síndrome de burnout y sus prevenciones, es una de las medidas iniciales para reconocer las nuevas exposiciones de estrés, entregando un indicio en la necesidad profesional en la salud mental, de su asistencia y relevancia, además de su visibilidad. Donde, en ocasiones no somos capaces de trabajar solos nuestros pesares y cuesta un poco asumir esta situación. No obstante, en la actualidad, gracias a las redes sociales, la diversificación de información y la toma de consciencia, es más accesible conocer estas afecciones y diagnósticos, derribando la normalización del estrés crónico. Esta apertura para conversar sobre el autocuidado también permite cultivar el entusiasmo en trabajar nuestra salud mental a la par de la salud física, detectando diagnósticos a tiempo con ayuda profesional que puedan advertir sobre los riesgos de jugar con el fuego del estrés y terminar “quemándonos”.