El desafío más simple, partir de cero
¿Cómo enseñar por medio de la tecnología a una generación que creció con los videojuegos y no morir en el intento?
La respuesta es tan simple y compleja como vaciar la taza por completo y partir de cero, dejar la resistencia al cambio de lado y subirse rápidamente a un carro nuevo, desafiante y tecnológico. Hoy, el desaprender es un eje central del cambio del docente; la creatividad, la comunicación efectiva, el manejo tecnológico del audiovisual y el diseño, se hacen competencias de base para cualquier profesional que se relacione a temáticas pedagógicas, es decir, es el punto de partida para comenzar a subsistir en este escenario.
Si bien, por una parte el manejo tecnológico de las actuales plataformas de enseñanza en el contexto de la pandemia, fue entre otros el problema de partida para implementar las diversas clases, en la actualidad, eso debería ser un asunto resuelto para cualquier docente del siglo XXI, y deberíamos comenzar a ocuparnos de elementos de la metodología, para así evitar alumnos desinteresados, durmiendo tras la cámara e incluso guiando a sus docentes respecto de cómo habilitar alguna herramienta del software para la óptima funcionalidad de su clase.
Eso genera brechas y como cualquier modelo básico de comunicación, para acortarla, debemos como emisores conocer muy bien las cualidades y necesidades de nuestros receptores, que no olvidemos se trata de la generación de las pantallas y de los videojuegos… realmente un desafío. En este aprendizaje y cambio “forzado” que hemos tenido los docentes, es pertinente ir ordenando ciertas ideas un tanto más operativas y que “funcionan”, las cuales se van recogiendo por medio de las diversas experiencias de algunos académicos y pedagogos, que actualmente se desempeñan en aula.
El encuadre y la iluminación de la cámara: se sugiere utilizar espacios bien iluminados, de buenos contrastes y con fondos que sean agradables a la vista del observador. Respecto del encuadre, el plano medio es un tamaño correcto en el contexto de una video clase.
Dirigir las preguntas: cada cierto tiempo es relevante dirigir las preguntas a los alumnos, evitando preguntas abiertas tales como ¿entendieron?, ¿les quedó claro? Será mejor, por tanto, tener una clase atenta a los estímulos del docente, propiciando la interacción constante.
La clase sincrónica es una puerta al mundo: y eso es literal, las oportunidades que nos da la tecnología son infinitas, el acceso a crear aprendizajes significativos puede estar en una escena de una película, en recorrer un museo virtual, en una aplicación, en una revista, en animaciones, en Netflix, en un video juego, se insiste en que son infinitas, sí, infinitas.
La clase expositiva, a la baja: exponer es una técnica que se debe reducir considerablemente, bienvenidas las “búsquedas”, las exposiciones en video de los estudiantes (no solo del docente en todo momento), el trabajo colaborativo en red, los juegos como metodología (gamificación), el uso de chat, entre otras. Manejo del foco y del tiempo: Las clases deberían transformarse en focos muy bien definidos de aprendizajes generales y/o específicos, por tanto, el docente tendrá que seleccionar muy certeramente sus objetivos de cada clase, evitando la sobre información.
Respecto del tiempo, el trabajo de “descubrimiento” de parte del alumno debería ser el central y en donde más tiempo se dedica. Las clases no deberían ser de más de una hora y se debe destinar espacios a los descansos, para luego continuar con un nuevo foco de aprendizaje. Evaluar proceso y no tan solo resultado: ¿por qué insistir en evaluaciones centradas en resultados?, la evaluación deberá ser completamente reformulada centrando su rol a la formación y al aprendizaje constante, por tanto, orientarla al proceso será un desafío de base a la función docente.
Es un alumno “multiplataforma”: nuestros estudiantes son capaces de realizar variadas acciones a la vez y, de hecho, es lo que hacen mientras están en sus clases virtuales: navegan por sus sitios preferidos, actualizan sus perfiles de redes sociales, chatean por el grupo de WhatsApp y ven videos en YouTube, si a esto le sumamos las distracciones propias de estar en casa, el desafío es todavía mayor. Insistir en recrear una clase presencial de forma virtual, no es el camino correcto. Motivar y conectar seguirá siendo la clave.
El proceso de transformación que estamos viviendo es de una profundidad que quizás aún no dimensionamos, por eso debemos dejar de pensar en cómo mejorar el proceso metodológico y centrarnos hacia un pensamiento nuevo; renovado, moderno, “desde cero” y con enormes y desafiantes escenarios. Seremos la generación de académicos COVID-19, podremos hablar en un futuro con propiedad del antes y del después, ¿estás dispuesto a vaciar la taza?