El rol de la academia para la construcción de una mejor Salud Pública, con más empatía, humanidad y solidaridad
En las últimas décadas se ha implementado un modelo de atención integral, basado en salud familiar y comunitaria y para ello el país ha invertido en aumentar dotación, capacitación, infraestructura, formación y contratación de Médicos(as) de Familia en la Atención Primaria. Adicionalmente, en los últimos años se ha intencionado el modelo de cuidados en salud integrales e integrados a través de las Redes Integradas de Servicios de Salud (RISS) promovido por OPS/OMS para lograr acceso y cobertura universal.
El desafío es ‘desaprender’ modelos que ya no responden a las necesidades de la población, como el trabajo separado por disciplina, por profesión y nivel de atención, pues la fragmentación produce mayor daño a las personas, con tiempos de espera prolongados, insatisfacción y mala calidad de los servicios.
Esto sin duda pasa por un nuevo trato al interior de los equipos de salud, donde nadie sobra y toda competencia es indispensable, otorgándose un mayor reconocimiento a la labor de la Atención Primaria, y a las tareas de Promoción y Prevención, que a veces parecen quedar para las horas sobrantes o dependientes de la buena voluntad de los equipos. El aporte de las diversas profesiones de la salud, con nuevas definiciones de espacios de desempeño, roles, facultades y responsabilidad es esencial en estos logros.
Cabe preguntarse qué rol ha jugado la academia, de qué forma y con qué profundidad los centros formadores de profesionales y técnicos de salud han integrado estos nuevos modelos de cuidados en salud a sus modelos educativos y mallas curriculares. ¿Cuánto de estos nuevos modelos se ha incorporado en la formación de pregrado? o ¿por qué insistir sobre un modelo centrado en el hospital y medicalizado, olvidando la interdisciplinariedad, el trabajo en equipo desde los primeros años de formación, la formación en terreno, el rol del trabajo en comunidad y en el primer nivel de atención?
Sin duda, tendremos que volver a pensar como estamos educando y formando en salud. Debemos analizar de qué manera logramos que los futuros profesionales y técnicos del área se transformen en agentes de cambio, recordando el sentido del trabajo en salud, con las personas y comunidades al centro de nuestro quehacer, formando en la realidad del día a día, pero sin perder nunca la capacidad de asombro. Tendremos que innovar con nuevas prácticas sociales educativas, y dejar de entender la excelencia académica como un fin en sí mismo y asumirla como un medio para el cambio social.
Lo anterior, requerirá de la definición de nuevas competencias, no solo para nuestros estudiantes, sino para los docentes, quienes juegan un rol irreemplazable en el proceso de enseñanza-aprendizaje. Liderazgo transformacional, comunicación efectiva, mirada diversa e inclusiva bajo los determinantes sociales o de contexto y otras habilidades esenciales, no solo para enseñar, sino para trabajar en salud. ¡Necesitamos más empatía, humanidad y compasión!
Nuestros y nuestras estudiantes deben saber que no estamos ajenos al escenario actual y a la realidad del país, que estamos disponibles para los procesos de cambio necesarios para construir un mejor Chile, que ellos/as serán los protagonistas del futuro y por tanto estamos llamados a poner todas y las más variadas experiencias a su servicio. Si cambiamos nosotros, cambiamos Chile.
Esto parece esencial para que la Nueva Salud Pública que soñamos, con mayores recursos -especialmente en la Atención Primaria- y con un Estado garante de derechos, logre llegar a las personas y sus comunidades, con dignidad y calidad. Es parte de los desafíos que nos ha traído la Primavera Chilena.
Dra. Gisela Alarcón, decana Facultad de Salud Universidad Santo Tomás
Claudio Castillo, Jefe coordinador Campos Clínicos Universidad de Santiago de Chile.