Difícil realidad de los adultos mayores en Chile
En los últimos días y a través de las redes sociales, diarios y televisión es que nos hemos conmocionado con una triste realidad, una mujer de 65 años que debe acompañar a su esposo que, a sus 71 años, aún maneja un transporte de locomoción colectiva en precarias condiciones; esto me hace reflexionar sobre aspectos esenciales de cómo estamos construyendo una sociedad que excluye e invisibiliza una realidad presente de la cual no nos estamos haciendo cargo.
Según reportes de la Organización Mundial de la Salud (OMS) “En el caso de Chile, es el descenso de las tasas de fecundidad y mortalidad que explican el cambio en la composición etaria de la población, con un aumento sostenido del número de personas adultas mayores que, al 2008, superan los dos millones de personas. Ello ubica a nuestro país en un grupo denominado de envejecimiento avanzado con 10,2% de adultos mayores en el año 2000″. (Chackiel, 2004).
De permanecer estables las estadísticas en los próximos años, y según datos actuales del Servicio Nacional del Adulto Mayor (SENAMA), «Los adultos mayores de 60 años, que constituyen actualmente alrededor del 17% de la población, llegarán al 33% para el año 2050 y los mayores de 79 años, que hoy conforman 2,6%, alcanzarán 8,7%. Si se mantienen constantes las otras variables, a mediados de este siglo nuestro país entraría a la categoría de “híper-envejecido”.
Y aunque pareciera ser que estas cifras nos posicionan como un país que envejece día a día, se nos plantea un desafío como sociedad que cuando hablamos de “envejecimiento”, estamos haciendo referencia al proceso que comienza desde el nacimiento. Dicho proceso nos permite ampliar la mirada en torno a los adultos mayores, ya que consideramos a la etapa de la vejez como un componente dinámico que debemos abordar desde la infancia hasta que somos consideramos como adultos mayores.
Evidentemente una de las áreas que tienen un impacto en la vida de las personas es la pérdida de la autonomía e independencia funcional en los adultos mayores, y por otro lado, la disminución de la participación social en la medida que envejecemos.
Según estudios recientes, la mayoría de los adultos mayores de 60 años declara poder realizar actividades básicas de la vida diaria sin recibir ayuda. Sin embargo, estas proporciones disminuyen en la medida en que las personas envejecen. De esta forma en el segmento de adultos de 80 años y más, menos del 70% declara poder bañarse sin ayuda, siendo esta la actividad básica de mayor nivel de dificultad para los encuestados.
Por otro lado, las actividades instrumentales de la vida diaria implican un nivel de dificultad mayor para las personas que han sido parte de estos estudios, algunas de ellas son “ir a otros lugares solo” y “hacer solo las compras de alimentos” particularmente complejas de realizar, alcanzando niveles bajo el 46% de llevarlas a cabo por parte de personas de 80 años y más de edad. (Boreal Investigación).
Debido a la etapa del ciclo vital en que se vive, la mayoría de los adultos mayores van perdiendo roles significativos en lo cotidiano, producto de los procesos de jubilación y la pérdida del rol de trabajador. Este vacío parece no ser ocupado por nuevas actividades razón por la cual una proporción mayor al 50% de las personas mayores de 60 años prefiere no salir de casa a hacer nuevas actividades. Es de importancia considerar que más del 30% de esta población refiere “aburrirse” con frecuencia y más del 74% de ellos prefiere quedarse en el hogar antes de realizar nuevas actividades.
Respecto de las actividades recreativas realizadas por nuestros adultos mayores, según la Encuesta Nacional de Calidad de Vida, más del 50% declara no realizar actividad física. Cerca del 50% señala que no practica ningún pasatiempo una o menos veces al mes (carpintería, jardinería, manualidades, etc).
Por otro lado un 32,4% declara no reunirse ni siquiera una vez al mes con amistades, un 36,3% no concurre nunca o menos de una vez al mes al servicio de salud, consultorio o al hospital y el 86,3% no usa o usa menos de una vez al mes internet.
En base a estos datos es que se hace imprescindible posicionar la temática como un eje de acción social que nos permita visibilizar la problemática y comprender que los adultos mayores son el desafío que nos propone el Chile actual, que debe considerar al Adulto Mayor como un integrante activo de la sociedad, en donde se generen oportunidades de participación social en los distintos niveles.
Junto a la preocupación de que existen no sólo aspectos físicos que limitan dicha participación, sino que también aspectos relacionados con las oportunidades que les entregamos a nuestros adultos mayores de ser participes de nuestra sociedad, junto al significado que tienen para nosotros en nuestras vidas y los roles que pueden desempeñar en ellas.
Pese a que esta etapa es considerada como el “ocaso” de la vida, se debe cambiar el foco hacia un etapa más de nuestras vidas que trae consigo nuevos desafíos, distintos roles y formas de participación en la sociedad, incluyendo a nuestros adultos mayores en actividades que permitan vincular a nuestros nietos con la historia, con sus experiencias y con el legado de una vida llena de vivencias que aportan a desarrollo histórico, social y cultural de nuestro país.
Debemos darnos el tiempo de escuchar sus necesidades, de respetar sus intereses y de favorecer la autonomía en independencia de los adultos mayores, para que esta etapa se viva plenamente con sus dificultades, pero también con sus fortalezas. Es un llamado de atención que hoy más que nunca debemos preocuparnos por ser una sociedad más inclusiva y comprensiva y hacernos responsables de ellos, porque inevitablemente todos llegaremos a esta etapa y debemos vivirla en plenitud.
Por otro lado y más urgente aún es la necesidad de abordar las problemáticas actuales antes que los desafíos planteados anteriormente. Ya que nos encontramos con condiciones de salud y niveles de dependencia en los adultos mayores en estado crítico. Diferentes estudios demuestran que como sociedad no estamos preparados para enfrentar el envejecimiento de la población y más aún las políticas públicas que permitan asegurar los derechos y el bienestar de las personas mayores no están preparados para enfrentar esta realidad.
Incluso datos del SENAMA señalan que la mayoría de los chilenos atribuye la principal responsabilidad por el bienestar de los adultos mayores a los gobiernos (57%) en otras palabras, al sistema político. En un segundo lugar, con 34%, asignan esta responsabilidad a sus redes familiares. Finalmente, la opción que considera al propio adulto mayor (ellos mismos) solo alcanzó 6% de las preferencias.