Violencia escolar actual: Ideas para su comprensión y manejo.
¿Qué está pasando? Riñas con excesiva violencia física, desconsideración plena de los adultos e irrespeto total por los otros. Es pan de cada día como si ya no bastaran los constantes flashes de la guerra vista cada día en los noticieros.
Descompongamos la realidad para tratar de dar respuesta a esta pregunta. Lo primero es que estos “brotes” se han registrado recurrentemente, pero ahora tienen una exposición mayor. Esto por la generación de una cultura de la hipervisualización basado en que cada menor de edad tiene un celular, proceso acelerado por los usos digitales en la pandemia lo que ha potenciado la mediatización de las acciones de los niños y jóvenes, un factor más para mostrarse frente al mundo como la o el “más duro” y como el campeón de la partida como si de ganar un juego se tratase.
Una nueva e importante pregunta es: ¿Qué podemos hacer? Si bien la pandemia ha sido un pésimo aliado para la misión formativa complementaria de los diversos sistemas escolares nacionales frente a las realidades de cada estudiante, no es la única causa. Una de la más relevantes, sobre todo por la desempatización que causa, son los usos digitales incapaces de brindar experiencias de contacto sensible pleno. Se suma al momento etario condicionado por el aislamiento, lo que tiene clara relación en la forma en que ellos valoran a sus pares: sin la esencial dignidad propia de un otro legítimo y pleno, y por ende, no respetable.
Lo primero es mirar el nivel Micro: fortalecer acciones de aula y las jefaturas de curso, enfocadas en la buena convivencia que cuente con real valor. En el nivel Meso debe brillar la gestión de las directivas escolares permitiendo el desarrollo de una cultura del bienestar social generada en todos los espacios, fortaleciendo la confianza y la participación en todo lo posible, de todas sus dependencias y en todas sus dimensiones (presencial y digital)
En lo Macro sitúo lo estatal como guía central de estos esfuerzos generando, entre otras cosas, mejores herramientas que permitan el real fomento a la buena convivencia, además de promover la generación de mejores lazos inter-escuelas que faciliten atender de manera correcta los conflictos entre estudiantes de distintos establecimientos, y apoyarlos de manera más enérgica cuando las familias fallan en la formación. Convengamos algo: ni la más deficiente escuela estará orientada a la generación de la violencia, por ende, esta siempre vendrá desde afuera.
Finalizo valorando como nunca la presencia de movilizaciones de los mismos estudiantes frente a este brote de violencia. No puedo dejar de expresar el gusto que me da que sean ellos mismos quienes manifiesten el total rechazo frente a estas nefastas acciones, y que, en su propia voz, sellen nuevos pactos para que, de una vez por todas, se produzcan las verdaderas acciones requeridas por lograr un mejor país desde cada una de nuestras escuelas y en cada pantalla de sus estudiantes.