Tristemente líderes en VIH/Sida

En sus comienzos la epidemia del VIH/SIDA causó tal nivel de impacto en la población que hizo que la mayoría de los gobiernos tomaran medidas preventivas activas respecto del control, tratamiento y prevención de esta infección. Lamentablemente con los años y el surgimiento de terapias antirretrovirales, se ha creado en la población una incorrecta sensación frente a esta enfermedad, relevando su importancia y alejándola de nuestra realidad y entorno. Esto último es particularmente crítico en Chile, en donde la población no identifica la infección por VIH/SIDA como una patología endémica y por tanto no asume conductas preventivas necesarias para evitar el contagio de esta importante infección.

Hace más de un año señalé en una columna de opinión que, lamentablemente, el aumento en el número de casos de VIH/SIDA en Chile iba a seguir por cuanto teníamos malos indicadores en otras infecciones de transmisión sexual. Particularmente, la gonorrea es un potente indicador de prevalencia de otras infecciones, y en 2018, esta superó en 36% a la tasa de 2016. Hoy ya se entregan datos que apuntan en esa dirección, el aumento del VIH/SIDA en Chile según la ONU es una tendencia que nos posiciona como el país líder de la región en número de casos nuevos.

Si bien es cierto que se han hecho esfuerzos por aumentar el diagnóstico de VIH/SIDA, seguimos sin una política pública de estado que se oriente a romper la tendencia alcista. No se trata de proponer algo nuevo, sino de mirar las experiencias exitosas en otros países. Hay que apuntar a la educación como eje central de cualquier campaña preventiva, dejando de lado temas como la libertad de conciencia y/o de enseñanza, que han sido utilizados como excusas, para desarrollar campañas educativas integrales que hablen de género, diversidad, discriminación y estigmas, sin juicios de valor, transparentando la sexualidad, sus riesgos y la responsabilidades asociada a ella.

Lamentablemente la era de las comunicaciones nos ha sorprendido como sociedad y mientras nuestros líderes sigan discutiendo que es lo mejor para el país, sobre la bases de viejos paradigmas e imposibilitando acuerdos nacionales, nuestros niños y jóvenes seguirán recibiendo información equivocada, derivada muchas veces de su propia búsqueda.