Trastorno por consumo de alcohol: más allá del estigma social
En la actualidad el consumo de alcohol es un problema de salud pública experimentado por una población significativa, con dos billones de personas en todo el mundo consumiendo la sustancia, y más de siete millones de ellos ya muestran problemas causados por su consumo.
Respecto a nuestro país, según la encuesta nacional de salud realizada en el año 2010, el consumo de alcohol anual en la población chilena se aproxima al 74,5%. De esta forma, Chile se posiciona a nivel latinoamericano en el primer lugar en cantidad de consumo de alcohol per cápita al año, con un total de 9,6 litros de alcohol puro per cápita en adultos.
En Chile se estima que alrededor del 10% de las muertes nacionales pueden ser atribuibles al consumo de alcohol. Esta cifra implicaría unas 9.500 muertes anuales, es decir, cada día mueren aproximadamente veintisiete chilenos donde el consumo de alcohol estuvo directamente relacionado con su causa de muerte. Por otra parte, de acuerdo con el estudio nacional de Carga de Enfermedad y Carga Atribuible a Factores de Riesgo en Chile, el consumo de alcohol es la primera causa de años de vida saludables perdidos, llamados AVISA, en Chile y en toda América Latina, superando a la obesidad y a otros factores de riesgo.
En nuestro país, las consecuencias sociosanitarias del consumo nocivo de alcohol son elevadas, siendo causa de considerables pérdidas sociales y económicas, tanto para las personas, como para la sociedad en su conjunto, convirtiéndose en uno de los principales factores de riesgo para la salud pública.
Desde otra perspectiva, es conocido el estigma social asociado a las personas con trastorno por consumo de alcohol, lo cual afecta de manera transversal los distintos ámbitos de la vida de las personas, generando un impacto negativo en sus capacidades, por ejemplo, de encontrar y mantener un trabajo, mantener una vivienda, establecer relaciones sociales y en su propio auto concepto. Este estigma puede retrasar la búsqueda de un tratamiento y actuar como una barrera para acceder y culminar las intervenciones.
Sin embargo, más allá de la estigmatización social y sus repercusiones, existe una afectación cerebral en las personas con trastorno por consumo de alcohol, la cual pudiese explicar las conductas de las personas consumidoras, junto con la gran deserción y poca adherencia a tratamientos de rehabilitación.
Diversos estudios internacionales, se centran en el impacto del consumo de alcohol en las funciones cognitivas, el cual pudiese provocar trastornos neurocognitivos, repercutiendo considerablemente en la calidad de vida de los usuarios y su adherencia al tratamiento de rehabilitación de su adicción.
Estudios relacionados a déficit cognitivos asociados al consumo de alcohol demuestran que los individuos a menudo tienden a dejar de reconocer la realidad de la enfermedad y minimizar las dificultades físicas, psicológicas y sociales que conlleva este consumo, falta de conciencia que puede reducir las posibilidades de iniciar y mantener la sobriedad. Esto se atribuye a déficit en la memoria, deterioro de la memoria episódica, capacidad de aprender nueva información y experiencias personales recientes, lo que conlleva a un desconocimiento de la adicción. Por otra parte, se asocian déficits en la función ejecutiva provocando dificultades en la autoidentificación del trastorno.
En este sentido, el daño cerebral relacionado con el alcohol se produce directamente a través de los efectos de la toxicidad del alcohol, repercutiendo en áreas cerebrales a cargo de las funciones cognitivas mencionadas anteriormente.
El perfil neuropsicológico asociado abarca déficits en funciones ejecutivas, memoria de trabajo, memoria episódica y capacidades visuoespaciales. Aunque estas deficiencias afectan a una gran proporción de consumidores, los efectos del alcoholismo crónico en el funcionamiento cognitivo son heterogéneos, presentando déficits cognitivos variables en cada persona.
A pesar de lo anterior, cabe mencionar que la lesión cerebral relacionada con el alcohol es prevenible y, a menudo, reversible, a través de una adecuada rehabilitación donde la recuperación de la estructura y función cerebral dependerá del tiempo en que se mantenga la sobriedad. Sin embargo, las propiedades adictivas del alcohol crean un impedimento sustancial para mantener la abstinencia, factor que se encuentra condicionado por la existencia de una correlación entre la capacidad cognitiva y el resultado del tratamiento para el abuso de sustancias. Lo anterior, significa que el daño neurocognitivo derivado del abuso de alcohol puede de hecho reducir la posibilidad de efectuar una sobriedad continua necesaria para superar el trastorno por consumo de alcohol.