Trabajos de invierno Santo Tomás 2017, más que unos días de descanso
Los jóvenes siguen siendo jóvenes, no sólo los de la Santo Tomás, sino todos, lo cual es una afirmación obvia y a la vez positiva. Pero explico lo que quiero decir.
A raíz de la movilización de decenas de jóvenes estudiantes del sistema Santo Tomás durante la segunda quincena de julio para ir participar en los Trabajos de Invierno, yendo a comunas donde apoyan a la comunidad, con la que establecen una enriquecedora comunicación e intercambio, se prueba que sigue habiendo en su corazón joven lo que siempre ha habido y siempre habrá: la inquietud por el bien y el ideal de hacer algo grande por los demás.
Es cierto, como contraparte, que tienen menos experiencia y se equivocan más, dado que son más imprudentes, pero su fuerte dosis de esperanza y de empuje les permite aprender de las caídas y de los errores, así como de los éxitos. ¿Quién dijo que el desafío de madurar y asumir riesgos era fácil? Además, y pesar de todo, cabe señalar como algo crucial en esta experiencia, que al hacerles responsables de los diversos proyectos que se realizan, crecen en liderazgo y potencian muchas cualidades que de otra manera quedarían sin explorar ni explotar al máximo. En el joven, dice santo Tomás de Aquino, late un héroe, ansioso de placer y de amor y amistad verdaderos, prontos a ruborizarse, generosos por el entusiasmo de su corazón siempre dilatado, soñadores por la fuerza de su imaginación, en definitiva, un potencial que sólo espera una oportunidad para desarrollarse, y un buen guía para encauzarse adecuadamente.
El rol formativo de la Santo Tomás brilla aquí con colores propios, y el sello valórico que brota de su misión y visión, adquiere manifestaciones bastante acabadas y bellas. La academia encuentra su complemento en esta salida del espacio individual para atender a los demás, cosa que es iluminada por los valores de la fraternidad y solidaridad, fundadas en la dignidad de cada persona, construyendo un camino de excelencia desde el amor a la verdad. Porque creemos en los jóvenes, igual que Tomás de Aquino, les ayudamos y les entregamos herramientas para que tomen el futuro en sus manos y lo construyan con decisión. La libertad se perfecciona en la medida en que se ama a los demás no sólo de palabras sino con obras, no un amor de mariposas en la guata, sino de entrega, de sacrificio, de lucha para buscar el bien. No es poco lo que se aprende en estas actividades.
Por eso me alegro de que los jóvenes sigan siendo jóvenes y lo demuestren; pero dejan el desafío de mostrarles referentes de vida, una vida feliz y plena, que ellos puedan imitar. Referentes distintos a los modelos de éxito económico o fama, que no siempre logran una vida feliz, sino más bien a aquellos que saben ser grandes y de altos ideales en lo pequeño y cotidiana, y saben hacer felices a cuantos les rodena. Gran desafío para jóvenes y no jóvenes.