El Sistema Inmune: las enfermedades que lo afectan y cómo fortalecerlo
Nuestro Sistema Inmune es un conjunto de células, moléculas y tejidos, encargado de protegernos contra la permanente invasión de patógenos como parásitos, bacterias, virus, formación de tumores cancerosos y otras agresiones medioambientales (por ejemplo, las alergias).
Sus componentes –pero no los únicos– son todos los glóbulos blancos de la sangre, principalmente los linfocitos, capaces de distinguir qué es propio y qué es ajeno a nuestro organismo. También forman parte importante de este sistema (entre otros) tejidos como el timo, la médula ósea, el bazo y el sistema linfático.
Desde el punto de vista molecular los componentes más conocidos son los anticuerpos a los cuales debemos agregar numerosas familias de moléculas, cada una con decenas de componentes llamadas citoquinas (por ejemplo: Il-1, IL-2, IL-3 y así más de 30 componentes), quimioquinas, defensinas, moléculas del complemento, etcétera. Todos estos elementos interactúan formando una extensa e intrincada red que convierte a nuestro sistema inmune junto al sistema nervioso en los más complejos del organismo.
Enfermedades que pueden afectar a nuestro Sistema Inmune
Desgraciadamente y aunque esto es excepcional, el sistema Inmune no siempre gana todas las batallas contra los agentes que son extraños a nuestro organismo, y cuando no funciona bien, los resultados pueden ser graves. Los trastornos del sistema inmunológico que podemos llegar a sufrir son numerosos y diversos pero podemos resumirlos en dos grandes grupos:
- Defectos que impiden el funcionamiento total o parcial del sistema inmune. Son las llamadas inmunodeficiencias. En casos extremos esto se traduce en infecciones graves y reiteradas que ponen en serio riesgo nuestras vidas. Los tipos de inmunodeficiencias son muchas y de muy variados tipos, pueden afectar a niños y adultos (más a niños que a adultos). La variedad de inmunodeficiencias es muy extensa y permanentemente se están descubriendo nuevas formas, no siempre fáciles de tratar.
- Otras enfermedades que afectan al sistema inmune corresponden a un grupo en el cual el sistema inmune funciona, pero muy descoordinadamente, produciendo daño a los tejidos de la persona de las sufre. Aquí se incluyen las alergias, el asma alérgico y las enfermedades autoinmunes, en las cuales el sistema inmune (agresivo y destructivo por naturaleza) se confunde y reacciona destruyendo los tejidos propios, ocasionando enfermedades como la diabetes mellitus tipo I (o juvenil), artritis reumatoide, lupus eritematoso, enfermedad celíaca, lepra, pénfigo vulgar, tiroiditis autoinmune, esclerosis múltiple, cirrosis biliar primaria, miastenia grave, hepatitis autoinmune, etc., etc. Una lista impresionantemente extensa.
Nuestro sistema inmune también cumple un importante rol en la vigilancia y protección contra ciertas clases de cánceres. Por ello, algunos tipos de inmunodeficiencias (como el SIDA) favorecen el desarrollo de tumores cancerígenos
¿Cómo podemos cuidar y fortalecer nuestro Sistema Inmune?
Los párrafos precedentes nos muestran la importancia del sistema inmunológico; cualquier disminución o alteración de estas defensas nos hace susceptibles de contraer enfermedades, que van desde un resfriado común o una reacción alérgica, hasta enfermedades que ponen en riesgo o disminuyen fuertemente nuestra calidad de vida como las enfermedades autoinmunes y el cáncer.
La necesidad de cuidar el Sistema Inmune surge desde el momento que nacemos. El sistema inmune de los recién nacidos madura muy lentamente. Por eso una de las principales funciones de la leche materna (el primer nutriente sano, perfecto y gratuito) es transferirnos defensas naturales como son los anticuerpos maternos y otras sustancias protectoras, hasta que somos capaces de sintetizar nuestras propias defensas contra los microbios que nos rodean.
Se ha demostrado que en los niños, la leche materna disminuye episodios de otitis, enfermedades respiratorias, gastrointestinales y más adelante se relaciona con menores índices de obesidad, leucemia y diabetes.
Dormir bien, cuidar nuestro peso y una alimentación saludable es médica y científicamente recomendable para mantener un sistema inmune sano. Publicaciones de prestigiosas universidades recomiendan el consumo de frutas y verduras como cítricos, uvas rojas, cerezas, fresas, moras, frutillas, berries en general y verduras como brócolis, tomates, coles, entre otras. Estas son ricas en vitaminas, tienen gran poder antioxidante y estos a su vez fortalecen y tienen directa relación con las actividades del sistema inmune. Los preparados multivitamínicos farmacológicos nunca sustituyen las ventajas de la alimentación natural.
Otros alimentos también gozan de importante respaldo científico, como el ajo (potente antiséptico, bactericida y protector del sistema digestivo), el té verde, frijoles, miel de abeja y frutos secos como las nueces.
En los últimos años se han apoyado miles de proyectos de investigación en busca de confirmar o desechar nuevas propiedades saludables en alimentos innovadores. Los probióticos (formados por microbios seleccionados, vivos, no patógenos) también han ido ganando reconocimientos como estimuladores y protectores del sistema inmune.
Esto ha servido también para la especulación con productos novedosos que se ofrecen en algunos casos sin ninguna base confiable y a veces hasta con cierto riesgo para la salud de los consumidores.
Stress y sistema inmune: La relación entre mente y cuerpo
No solo los alimentos son importantes. Debemos poner gran atención a nuestro sistema nervioso si queremos proteger integralmente al sistema inmune, es recomendable utilizar técnicas de relajación (dormir lo suficiente, yoga, tai chi, cultivar la risa, la meditación) con el objeto de manejar el estrés tan común en nuestros días. Estas no son frases tomadas de la observación subjetiva ni charlatana, son afirmaciones científicamente documentadas. Ante el estrés, el organismo libera corticoides (entre muchos otros mediadores) y el exceso de corticoides actúa como inmunosupresor que frena e impide el normal funcionamiento del sistema inmune, favoreciendo además las manifestaciones alérgicas y empeorando el asma. Lo mismo ocurre cuando se duermen menos horas de lo necesario, se modifican los ciclos hormonales lo cual lleva a una mayor secreción de cortisol.
Otras formas naturales y simples -pero fuertemente respaldadas por la investigación científica- de cuidar nuestro Sistema Inmune son actividades como correr, caminar y en general todo tipo de ejercicio físico.
Se ha demostrado que el ejercicio entre muchos otros efectos benéficos ayuda a liberar menos corticoides contribuyendo a un sistema inmune más estable y sano, dejando en evidencia que la conexión entre mente y cuerpo es clara. El estrés activa al sistema nervioso y este a su vez influye sobre el sistema inmune a través de la producción de hormonas y neurotransmisores.
Bien vendría recordar la cita latina de Juvenal “mens sana in corpore sano”, que aunque dichas en otro contexto, hoy nos suenan plenamente razonables.