Pocos recursos para una mala salud: El problema de la salud mental en Chile.
¿Sabía usted que 1 de cada 4 chilenos tiene depresión y problemas afectivos graves? ¿Qué 1 de cada 4 adultos mayores desarrollará demencia? ¿Qué Chile es uno de los países que tiene los peores índices de salud mental infanto- juvenil del mundo? ¿Qué Chile es el país de Latinoamérica donde más gente se suicida? ¿Qué el consumo de drogas y alcohol ha aumentado exponencialmente en los últimos años?
Lo anterior parece un relato extraído de la prensa amarillista, sin embargo, son datos entregados por organismos internacionales como la Organización mundial de la salud, la organización Panamericana de la salud y la OCDE entre otros, lo cual solo nos confronta de forma brutal con una cartografía de la realidad de la salud mental de nuestro país, la cual hemos naturalizado al punto que nos cuesta verla.
Si bien en los últimos años se aprecia que los distintos gobiernos han intentado atender al problema, se enfrentan a uno de los nudos críticos para el desarrollo de una adecuada atención de la salud mental en Chile, puesto que solo el 2,4% del presupuesto de salud se destina a esta área, lo que nos ubica muy por debajo de los estándares declarados por la Organización Mundial de la Salud.
¿Pero si los presupuestos dependen de los gobiernos (y congresos) de turno, por qué no aumentan la inversión en salud mental?,
La respuesta a esta pregunta es compleja, puesto que deviene de múltiples aristas, una de ellas (no menor) guarda relación con que muy pocas de las intervenciones en salud mental cuentan con evidencia de efectividad, esto hace que los gobiernos (no solo el chileno) se retraigan de invertir al no existir intervenciones de probada eficacia, tomando la opción de importar soluciones que han sido “probadas” en otras partes del mundo. En términos simples, no sabemos en qué medida las distintas intervenciones (preventivas, de promoción y terapéuticas) que se realizan los profesionales de salud mental en nuestro país, tienen efectos positivos y demostrables en la población, sin embargo, es muy posible que el efecto de las intervenciones “importadas” y de “probada eficacia” implementadas en otras latitudes, tampoco funcionen, puesto que la salud mental tiene la característica de ser “contexto-dependiente”, es decir, puede ser mejor o peor dependiendo de las características (geográficas, climáticas, sociales y culturales, entre otras) propias de cada contexto. La solución a este problema tiene una sola respuesta, es necesario realizar más y mejor investigación contextualizada a las distintas realidades chilenas, desde nuestras universidades y centros de investigación.
Sin embargo, lo anterior tampoco es una solución sencilla de implementar, puesto que para hacer investigación se requiere de recursos económicos los cuales en nuestro país son muy escasos, no permitiendo desarrollar investigación de alto alcance, menos aún en regiones, a pesar de contar hoy en día con capital humano y profesional altamente calificado para hacerlo. Por otra parte, la arista política y burocrática es otra barrera que dificulta el desarrollo del conocimiento y la generación de evidencias, en este sentido se requiere de la voluntad política de los distintos ministerios (Salud, educación, desarrollo social, entre otros) y reparticiones gubernamentales a todo nivel (comunal, provincial, regional y nacional) para que flexibilicen los protocolos administrativos y burocráticos que entrampan los permisos y que llevan a que muchos esfuerzos de investigación en salud mental, mueran o se desperfilen por falta de apoyo de las autoridades.
El tema no es sencillo, puesto que por una parte tenemos una población crecientemente enferma (en lo que a salud mental se refiere), con pocos tratamientos probados, lo cual se relaciona directamente con un el bajo financiamiento estatal de la salud mental de la población, y por último con investigadores que en su mayoría no pueden investigar por falta de recursos o por el poco interés de algunas autoridades en apoyar la generación de conocimiento que nos permita salir del embrollo.
¿Es posible mejorar el estado de las cosas en lo que a salud mental se refiere?
En mi opinión sí, no obstante, es imprescindible que el estado invierta en investigación, y que se destinen recursos para que dicha investigación se haga en regiones, puesto que, si la investigación en salud mental es escasa a nivel país, en regiones la realidad es aún más paupérrima, dada las barreras de financiamiento y administrativas que desconocen la gravedad del problema. Si seguimos como estamos, el problema tenderá a agravarse y tal como lo plantea la OMS, es de esperar que para los próximos 10 años las tasas de demencia y problemas de salud mental de la población chilena se dupliquen, por lo que no solo aumentaremos los índices de nuestra malograda salud mental, deteriorando nuestra calidad de vida y afectando gravemente la dignidad humana, sino que pondremos en serio riesgo nuestros indicadores de desarrollo país, puesto que, no hay paz social, ni productividad posible sin salud mental, llevándonos a perpetuar el consumo soluciones importadas que no sabemos si funcionarán, puesto que poco o nada tienen que ver con nuestra identidad cultural y social como país.