Marie Curie y la belleza de la ciencia
“Soy de las que piensan que la ciencia tiene una gran belleza. Un científico en su laboratorio no es sólo un técnico: también es un niño colocado ante fenómenos naturales que lo impresionan como un cuento de hadas”. Esta célebre frase se atribuye a quien, probablemente, ha sido la más destacada científica de la historia: Marie Curie. Galardonada dos veces con el Premio Nobel, en Física (1903) y Química (1911). Además, desarrolló la teoría de la radioactividad, transformándose en un ícono de la ciencia.
La vida de Marie Curie, sin embargo, no estuvo exenta de complicaciones. Por ejemplo, no fue aceptada en la Universidad de Varsovia por ser mujer, por lo cual tuvo que estudiar en una “universidad” clandestina de Polonia que admitía mujeres estudiantes. También, en 1911, fue rechazada para ocupar un puesto en la Academia de Ciencias de Francia. A pesar de ello, Marie Curie logró sobreponerse a todas estas dificultades y convertirse en un ejemplo de perseverancia y excelencia.
Esto último, nos lleva a reflexionar sobre los espacios que en nuestro país aún se mantienen al debe hacia la mujer en materia de Ciencia y Tecnología. Hace un año, el Ministerio de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación presentó su tercer estudio de brecha de género en el ecosistema de las CTCI. En este estudio, Chile aparece como el cuarto país de la OCDE con menos mujeres tituladas en el área STEM (Ciencia, Tecnología, Ingeniería, Matemáticas). Además, “del total de las personas haciendo investigación, apenas un tercio (35%) son mujeres; ganan menos que sus pares y según avanzan en el nivel de educación, disminuye también su representación” (Ministerio de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación, 2023).
En estos días en que se conmemora el Día Nacional de las Ciencias, la Tecnología, el Conocimiento y la Innovación bien vale recordar, por un lado, lo necesario de promover, incentivar y apoyar con mayor fuerza aún la participación de las mujeres en este ámbito. Pero, además, no olvidar que todo conocimiento científico debe tener un horizonte mayor que Marie Curie lo expresó de manera notable en su segundo viaje a Estados Unidos en 1929: “La investigación científica tiene su gran belleza y su recompensa en sí misma: y por eso he encontrado la felicidad en mi trabajo”, agregando, “una alegría adicional de saber que mi trabajo podría ser utilizado para el alivio del sufrimiento humano” (Bailey Ogilvie, 2010). En esto último radica la belleza de la ciencia.