Las regiones en la nueva Constitución
La Convención Constitucional entró en tierra derecha durante las últimas semanas. Luego de meses de discusiones procedimentales, los convencionales comenzaron a delinear el proyecto de nueva Constitución que deberán presentar al país. Uno de los primeros temas en ser discutido fue el relativo a la forma de Estado, es decir, la manera en que se divide el país (regiones, provincias, etc.) y el nivel de autonomía que estas unidades administrativas tendrán. A continuación, desarrollaremos algunas ideas relativas a este aspecto.
Existe un acuerdo generalizado sobre la necesidad de avanzar en regionalización. Uno de los principales escollos que tiene Chile para avanzar hacia al desarrollo social y económico es el excesivo centralismo que estanca el progreso armónico de las regiones e incluso, el de Santiago. Desde este punto de vista, parece correcto el enfoque que ha predominado en la Convención, tendiente a entregarle mayores facultades a las regiones, provincias y comunas para que sean los propios habitantes de dichos territorios quienes tomen las riendas de su destino. Sin embargo, se debe ser cauteloso tanto en la profundidad de este proceso como en la velocidad de su implementación.
Aunque la regionalización debe avanzar a paso firme, no debe confundirse con la burocratización excesiva del aparato público. La existencia de parlamentos regionales y la completa autonomía fiscal e impositiva de las regiones pareciesen ser medidas extremas y ajenas a la tradición constitucional chilena. Avanzar en mayores herramientas para las regiones difiere de reemplazar nuestro Estado unitario por otro de índole cuasi-federal.
Por otra parte, permitir que las regiones establezcan impuestos propios o puedan emitir deuda internacional son competencias propias de otros sistemas (como el federal), pero que no son acordes a un Estado unitario. Esto conllevaría a una verdadera atomización de la administración del Estado e, incluso, el peligro de generar diferencias inaceptables entre ciudadanos chilenos.
En definitiva, esperamos que la regionalización sea un tema que se trate en forma seria y reflexiva en el proyecto de nueva Constitución. De resultar exitoso, significaría un trampolín importante para la superación del subdesarrollo en las próximas décadas. Sin embargo, un enfoque errado podría conducirnos a un camino similar al de otros países latinoamericanos: estancamiento y retroceso económico y social.