La evolución del cuidado de los pies en el Día del Podólogo
Cada 26 de julio, cuyo santoral recuerda a Ana, se celebra el “Día del Podólogo” por su dedicación exclusiva al cuidado de la salud del pie desde los tiempos de crisis. Esta tradición se remonta a la monárquica Francia del siglo XVIII, donde el hambre, la miseria, el pillaje y la mendicidad consumían al pueblo galo. En ese ambiente, una pequeña de 14 años de nombre Clotilde Heristal, huyendo de estos flagelos, buscó refugio en un convento católico incorporándose a la orden de Santa Ana, congregación que mantenían como lema «Practicar el bienestar del silencio, el régimen de pan negro y hacer la pedicuría a los pobres y enfermos».
Al morir, Clotilde dejó como legado uno de los primeros escritos básicos de pedicuría. Estos relatos motivaron la propuesta en Francia de nombrar a Santa Ana como patrona de la pedicuría, desde donde se propagó al resto del mundo. En Francia – en los reinados de Luis XIV, Luis XV y Luis XVI – aumentan las patologías podológicas en las clases nobles y burguesas por la evolución del calzado puntiagudo y de tacón. Desde entonces, se inician las enseñanzas de cirugía pédica, el “arte de sanar los pies” y tratamientos de callos, verrugas y afecciones de las uñas. La demanda del servicio lo confirma como una necesidad.
El tratamiento de los pies se remonta al Antiguo Egipto, donde los faraones contaban con diversos servidores o asistentes, entre ellos, los que se dedicaban a la atención de sus pies. La evolución ha sido, desde servidores, asistentes, callistas, pedicuros, podólogos, experiencias que han permitido que esta especialidad técnica en nuestro país se profesionalice cada día más hasta llegar al colaborador que hoy se denomina Técnico de Nivel Superior en Podología Clínica.
En este caso, el Técnico de Nivel Superior en Podología Clínica tiene una preparación teórico-práctica de más de dos mil doscientas horas, con intensas prácticas curriculares en gabinete podológico y en terreno, con visitas a diversas instituciones dentro de la región y práctica laboral en campo clínico.
Esta preparación le permite insertarse en el equipo de salud, brindar sus conocimientos, habilidades y valores con una tremenda responsabilidad social con el objeto de cuidar y mantener la salud del pie. También buscan educar, prevenir y derivar -con especial dedicación al paciente diabético a fin de evitar amputaciones- mediante técnicas terapéuticas propias de su rol. Esto no incluye procedimientos invasivos tales como aplicar anestesia, onicectomía, curación avanzada en el caso de pie diabético o prescripción de antibióticos o medicamentos, tareas reservadas sólo al facultativo o médico.