Amar es enlazar. El amigo es un alter ego. Uno vive en el amado. Pueden estar juntos presencialmente, pero, al mismo tiempo, están juntos en una mutua inhesión que va más allá de lo físico. Se identifican en forma no material y viven como algo uno: unión real y efectiva. Así, la amistad es algo plenamente hermoso, el gran tesoro de la vida es ese amigo, de características inefables, porque no podemos describir la razón de su amistad. Regalo nacido en aquel lugar, al que llegamos sin saber que debíamos estar allí. El amigo se encuentra en ese recodo desconocido; sin embargo, él era el más conocido. Aquel que comenzó a revelarnos la más extraña figura de nuestra propia persona. Él llegó a nosotros para hablarnos de un nosotros nuevo, un nosotros de compañía, de entrega, de alegría recíproca.

Este amor se gesta así:

“…, la Amistad repite en un nivel más individual y menos necesario socialmente el Carácter del Compañerismo que fue su matriz. El Compañerismo se daba entre personas que hacían algo juntas; cazar, estudiar, pintar, o lo que sea. Los Amigos también estarán haciendo algo juntos, pero algo más interno, más en el espíritu o en la mente, menos ampliamente compartido y menos fácilmente definido; todavía cazadores, pero de una presa inmaterial; aún colaborando, pero en alguna labor que el mundo no toma en cuenta, o que todavía no le interesa; aún compañeros de viaje, pero en una clase diferente de travesía. De ahí que imaginemos a los enamorados frente a frente, pero a los Amigos lado a lado; ambos miran hacia delante” (1).

El amigo es un regalo absolutamente inmerecido, no podríamos haberlo inventado ni siquiera en nuestros mejores sueños. Para que nazca una amistad es preciso tener algo en común con ese amigo posible. Este elemento unitivo es esencial para construirla.

Para Lewis la amistad es uno de los amores más perfectos que se pueden dar entre las personas. Es mucho más que mero compañerismo. Los compañeros pueden concretar los verbos que los unen: cazar, estudiar, etc., pero los amigos se elevan. No hay materia, ni temáticas que podamos llamar de este mundo. Los amigos están en otra órbita. En cierto sentido, la amistad es el más inmaterial de los amores. No podemos enmarcarla cuantitativamente, ni señalar sus características en definiciones palpables. No parece afectarnos en lo corpóreo y tiene rasgos muy espirituales.

Ella se puede fundamentar de esta manera:

“La condición básica para tener amigos es que queramos algo más además de amigos. Allí donde la respuesta veraz a la pregunta ¿Ves la misma verdad? Fuera “No veo nada y no me interesa la verdad; tan sólo quiero un Amigo”, no puede surgir amistad alguna; aunque por supuesto, puede surgir Afecto. No habría nada en torno a lo cual pudiera darse la amistad; y la Amistad tiene que ser en torno a algo, aunque no sea más que un entusiasmo por el dominó o los ratones blancos. Los que nada tienen, nada pueden compartir; los que no se dirigen a ninguna parte, no pueden tener compañeros de viaje” (2).


(1) LEWIS, C.S. Los cuatro amores. Andrés Bello, Santiago de Chile 2001 p.81.

(2) LEWIS, C.S. Los cuatro amores. Andrés Bello, Santiago de Chile 2001 p.81-82.