Jesús para todos y todas
Una vez más nos encontramos cerca de conmemorar la pasión, muerte y Resurrección de Jesucristo, acontecimiento que impregna de amor, de esperanza y de alegría la vida de millones de personas a lo largo del mundo y que hunde sus raíces en la certeza que la Vida triunfa sobre la muerte que no tiene la última palabra, dado que en y con Jesús resucitado, la vida se llena de un nuevo sentido.
Estas bonitas frases y construcciones lingüísticas me llevan a pensar: ¿Todas las personas vivirán desde esta óptica los días de Semana Santa?, ¿Todas las personas podrán decir con propiedad y convencimiento que “en Jesús la propia vida se llena de sentido”? A ciencia cierta no lo sé, pero probablemente no sea tan universal como creo, por lo tanto: ¿Qué faltaría para que más personas puedan conocer a Jesús como una oportunidad real de nutrir de sentido la propia existencia?
La respuesta a esta pregunta es fácil de decir, simple de buscar, pero a su vez difícil de vivir. En las páginas del Evangelio podemos encontrar muchos caminos para poder responder a esa pregunta, uno de ellos es el que propone el Evangelio de Juan, en el capítulo 10, versículo 10, dado que desde la misma boca de Jesús encontramos: “Yo he venido para que todos tengan vida, y la tengan abundante”. Por lo tanto, todo camino, toda acción, toda iniciativa, todo programa, todo proceso que intente dar testimonio de Jesús, debe pensar en todos y todas, sin dejar a nadie fuera por ningún motivo. La separación, el elitismo o la discriminación no tienen cabida en el cristianismo, sino más bien la unidad, que se refleja en la catolicidad, la fraternidad, que se refleja en el amor y el acompañamiento, que se refleja en la caridad.
Estas son las notas características del cristianismo al modo de Jesús. Una mirada fraterna, amorosa, comprensiva y compasiva que invita a caminar y a buscar sin temores aquel sentido vital puede ser una propuesta interesante de evangelización inicial, así como se acuña en las Villas Miseria argentinas: “La vida se acompaña cuerpo a cuerpo y como viene.” De eso nos enseña María Virgen a los pies de la cruz, la Verónica ayudando a Jesús camino a la cruz, José de Arimatea ofreciendo el sepulcro donde aguardó Jesús la Resurrección.
Que estos días tan especiales, sean un tiempo privilegiado para ensanchar nuestros corazones y así mostrar el tesoro más grande que tenemos a todos y todas.