Inclusión social, solo beneficios
En nuestro andar siempre buscamos un sello diferenciador, algo que nos haga exclusivos, distintos, y que entregue una propuesta de valor diferente a lo que vemos comúnmente. ¿Por qué será que nuestro propósito se centra en eso?, pues porque sabemos que en la diversidad está la riqueza; en lo distinto se abren oportunidades y con ello nuevos aprendizajes y sendas.
Si asumimos que sabemos esto y creemos que esto es real, por qué será entonces que caminamos tan lentamente como sociedad en temas de inclusión. Quizás porque tenemos temor a lo desconocido, mostramos resistencia a quebrar nuestros mapas mentales sobre una sociedad que responde a los mismos cánones y porque además desconocemos los reales beneficios que esto trae socialmente.
La inclusión social se logra gracias a la inclusión educativa y a la inclusión laboral. Cuando esta inclusión se da de manera real, ya sea porque los establecimientos educacionales o las empresas otorgan igualdad de oportunidades, y propician el acceso y la participación a personas que por alguna circunstancia o condición podrían ver afectado su desarrollo, se activa un círculo virtuoso impensado.
Por ejemplo, en el caso de la inclusión laboral, hay estudios que demuestran que aumenta la productividad, mejora el clima laboral y existe menor ausentismo laboral. Esto principalmente porque la persona que está obteniendo esta oportunidad de igualdad, la ve como tal, y por ello se esfuerza por cumplir al cien por ciento las tareas encomendadas, sin faltar a su jornada laboral, sino sólo cuando es estrictamente necesario. Por otra parte, el equipo de trabajo mejora en clima, pues sienten que están haciendo algo bueno y satisfactorio que ayuda al desarrollo de la sociedad.
Por todo esto y por una sociedad mejor, que valore la diversidad como una riqueza es que debemos todos luchar por una real inclusión social que nos haga más grandes como personas y ciudadanos.