“Home School” y clases online: un desafío para todos
No podemos negar que nos encontramos frente a una pandemia que nos colocó los pies para arriba y nos obligó a tener un cambio abrupto en nuestras formas de vida. Llevados por el miedo, la amenaza de que algo malo nos puede suceder y la incertidumbre, pero también con la esperanza de salir todos juntos de esto. Nos llevó a seguir medidas sanitarias para el autocuidado y el cuidado de otros. Esto afectó todos los aspectos de la vida en sociedad: salud, trabajo, seguridad social y educación, entre otros.
En relación a la educación, quiero recoger el análisis de la neuropsiquiatra infanto-juvenil, Amanda Céspedes, en el webinar “El costo emocional de una nueva forma de vivir y trabajar”, donde señaló que en marzo del año 2020, cuando llega la pandemia a Chile, menos del 2% de todos los establecimientos educacionales tenía preparación docente digital en el ámbito escolar. Esto nos da cuenta de que los docentes realizaron una respuesta pedagógica de emergencia. Las clases online requieren tiempo, capacitación y una preparación exhaustiva.
Después de un año de pandemia los docentes y las familias ya han logrado una adaptación a este cambio de vida, que modificó la forma de enseñanza-aprendizaje a través de las distintas plataformas educativas que hoy conocemos. Podemos ver que la era digital nos permite continuar con un proceso educativo que jamás remplazará a la presencialidad, pero que nos permite realizar las clases a distancia física, no social. Nos permite mantenernos comunicados y realizar interacciones en vivo.
Uso adecuado de pantallas
Ante este nuevo estilo de vida nos vemos enfrentados a otro gran inconveniente: pantallas en tiempos de pandemia. La educadora de párvulos y Máster en Educación de la Universidad de Harvard, Carolina Pérez Stephens, plantea que la tecnología es maravillosa, pero no podemos meter en una misma bolsa a todas las pantallas; debemos entender para qué edad y con qué fin voy a utilizar la tecnología.
La tecnología nos abre a un mundo inmediato de información y de usos de nuevas plataformas informáticas, maravillosas y absorbentes. Pero un ser cuestionador y de pensamiento crítico ve más allá de lo evidente y le hace ruido lo que la ciencia indica sobre los daños de la exposición de largar horas frente a una pantalla.
El cuestionar, el dudar, nos lleva a la pregunta: ¿Qué es lo que yo quiero para mis niños y niñas? Mi respuesta es estimular su cerebro, lograr que sus neuronas se conecten y brillen todos los días, que realicen aprendizajes a distancia de manera interactiva. Para eso, es necesario que interactúen, se miren a los ojos, dialoguen, utilicen, manipulen, experimenten con material concreto, jueguen y disfruten de la naturaleza.
También, debemos considerar lo importante que es reconocer y valorar que, según la neurociencia, el periodo ideal para formar las conexiones neuronales es principalmente en los primeros años de vida, entre los 10 meses y los 4 ó 5 años. En términos generales, un párvulo de esta edad juega, grita, hace ruido, pregunta y exige atención constante. Es aquí donde radica el valor de las familias y jardines infantiles, ya que es un lugar donde los niños pueden “brillar”. Hoy esa estimulación está realizándose a través de distintas plataformas, en clases online o clases híbridas. Los nuevos desafíos exigen a la triada educacional (familias, educadores y educandos), trabajar en equipo por y para el futuro educativo de nuestros niños y niñas.
Es clave el adecuado equilibrio en el uso de la tecnología y permitir que sean actores en este proceso. La evidencia científica hace mucho tiempo está alertando de los efectos adversos sobre la exposición a las pantallas, es por esto, que los adultos debemos definir su uso para obtener el mejor beneficio, sabiendo a consciencia con qué fin se usa y si éste es acorde a su edad.
La invitación es a buscar el equilibro entre el uso de las tecnologías para la enseñanza- aprendizaje de calidad que fomenten a alumnos a construir, manipular materiales y ser actores activos en sus procesos de aprendizaje. Por otro lado, propiciar instancias de actividades sin pantallas en otros periodos del día, permitir que los niños se aburran y busquen otras maneras de entretenerse, que creen sus propias ideas, como lo hacíamos los adultos que alguna vez fuimos niños y niñas. Y recordar que siempre es positivo leer, tocar algún instrumento musical, armar puzzles, crear juguetes con materiales de desecho… siempre teniendo como objetivo el mejor desarrollo integral de los párvulos.