Eros (III)
Eros tiene unas características que se acomodan perfectamente con la tesis buscada de ver en el Amor una insuficiencia, necesitada de sufrimiento, para tomar en cuenta su calidad menesterosa e imperfecta. En el Eros esto es una evidencia inmediata. Su derroche le impide conocerse como algo que carece. Los que aman así creen ser dueños del mundo; ellos sienten que no necesitan de nada ni de nadie para vivir su amor.
En la siguiente reflexión estas ideas ya se vislumbran:
“El acontecimiento de enamorarse es de naturaleza tal que tenemos razón al rechazar como intolerable la idea de que pudiera ser transitorio. De un gran salto ha pasado por sobre el macizo muro de nuestra individualidad; ha vuelto altruista incluso el apetito, ha hecho a un lado la felicidad personal como trivialidad e implantado los intereses de otro en el centro de nuestro ser. Espontáneamente y sin esfuerzo hemos cumplido la ley (hacia una persona) al amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Es una imagen, una anticipación de aquello en que nos convertiremos para todo si el Amor Mismo reina en nosotros sin rival. Incluso es (si lo utilizamos bien) una preparación para eso”. (1)
Lo primero que parece pedir el Eros es “eternidad”. Cuántas veces los enamorados de la historia de las novelas y de la vida diaria encuentran el “siempre” en el amor que se profesan. Ser temporal y perecedero se oculta, en cierto sentido, a los amantes. Por esa vía tendría que infiltrarse una especie de desconcierto que los sacara de esta falsedad, pero el ímpetu del Eros se dirige en una sola dirección que no parece admitir desvío alguno. El Eros ha descubierto al “otro”; ha descubierto la felicidad en alguien ajeno a “sí mismo”. Esto es esencia del Amor verdadero. Por eso el Eros se asemeja tanto a él. Esto mismo, que es su riqueza, puede convertirse en su máxima negación. Lo sentencia Lewis categóricamente al afirmar que El Eros es llevado a prometer lo que de por sí no puede realizar”. (2)
El lenguaje del Eros no significa la realidad que cree representar. El siempre te amaré, estaré contigo hasta el fin del fin, nunca te dejaré, son frases que solicitan desde ellas mismas una realidad imposible en el mundo de este amor y que poco a poco van delatando su falsedad. Eros se engaña a sí mismo al darse esa divinidad eterna, que no posee su naturaleza.
De este modo podemos concluir:
“Es en la grandeza de Eros que se ocultan las semillas del peligro. Ha hablado como un Dios. Su compromiso total, la temeraria forma en que se despreocupa de la felicidad, en que trasciende su propio interés, suenan a mensaje del mundo eterno”. (3)
Eros es tan volátil y frágil. Padece de alturas y bajezas simultáneas. Promesas y cumplimientos están en la esencia de su realidad con una frecuencia inusitada. Por esto, es más evidente que con él aparece el aspecto equivocado de pretender la absolutización del amor. Cuando logra sustentarse y permanecer solo revela una prolongación de sí mismo y no su entrega en un amor verdadero.
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(1) LEWIS, C.S. Los cuatro amores Andrés Bello, Santiago de Chile 2001 pp137-138
(2) LEWIS, C.S. Los cuatro amores Andrés Bello, Santiago de Chile 2001 pp138
(3) LEWIS, C.S. Los cuatro amores Andrés Bello, Santiago de Chile 2001 pp131