La conexión Eros y Venus ayuda al hombre a comprender que esta dualidad materia –espíritu, lo constituye.  Esto no le permite ser considerado como alguien absolutamente escindido, puesto que cuerpo y alma se manifiestan unitivamente en la realidad humana. Así este abrazo, simbolizado por Eros y Venus, refuerza tal verdad. No se debe olvidar el aspecto “terrenal”. Éste va de la mano de la influencia de Venus y es un aporte esencial para vivir el Eros en forma verdadera. Se sigue, entonces, un menor peligro de autodivinización de este Amor.

Así lo demuestra:

“Pues no puedo dejar de tomar como una de las bromas de Dios el que una pasión que nos arrastra a tales alturas, tan trascendente en apariencia, esté así unida en incongruente simbiosis con un apetito corporal que, al igual que cualquier apetito, sin tacto alguno revela sus conexiones con factores tan mundanos como el clima, la salud, la dieta, la circulación y la digestión. En Eros, a veces parecemos estar volando; Venus nos da el repentino tirón que nos recuerda que somos globos cautivos. Es una permanente demostración de que en verdad somos criaturas compuestas, animales racionales, emparentados por una parte con los ángeles y por otra con los gatos” (1).

La falta de seriedad, su antisolemnidad, la risa, logran que la sexualidad posea una jocosidad que es concomitante a vivirla. Esto lo destaca Lewis, para hacer ver la “desglorización” de este aspecto de la vida humana. Curiosamente esta denuncia que hace no pudo ver el pansexualismo contemporáneo, que eleva a Venus como la única diosa digna de ser considerada. Efectivamente, ocupa casi todos los planos de la vida humana actual. El hombre parece esclavo y no súbdito de sus favores.

Explicita claramente estas ideas:

“No debemos ser enteramente serios con respecto a Venus. De hecho, no podemos ser totalmente serios sin violentar nuestra humanidad. No es por azar que todas las lenguas y literaturas del mundo están llenas de chistes sobre sexo. Muchos de ellos pueden ser aburridos o desagradables, y casi todos son viejos. Pero debemos insistir en que encarnan una actitud hacia Venus que, comparada con la gravedad reverente, a la larga pone mucho menos en peligro la vida cristiana. No debemos intentar encontrar un absoluto en la carne. Desterremos el juego y la risa del lecho amoroso y podemos estar abriéndole paso a una falsa diosa. Será aún más falsa que la Afrodita de los griegos; pues ellos incluso mientras más la veneraban, sabían que “amaba la risa”. Las masas tienen plena razón en su convicción de que Venus es un espíritu en parte cómico” (2).

Las palabras de Lewis fueron divulgadas en sus escritos a mediados del siglo XX. Las podemos, por lo tanto, considerar proféticas. La sabiduría que manifiestan ha sido desoída e ignorada. De haber sido considerados sus argumentos, la solemnidad o gravedad que el mundo otorga hoy al instinto todopoderoso, hubiese disminuido. La relevancia desorbitada a esta temática ha tenido nefastas consecuencias de promiscuidad, abortos, divorcios y cientos de males confundidos con patologías que se siguen de su desordenada absolutización.

 

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(1) LEWIS, C.S. Los cuatro amores  Andrés Bello, Santiago de Chile 2001pp121-122

(2) LEWIS, C.S. Los cuatro amores  Andrés Bello, Santiago de Chile 2001pp 120-121