El yo autodivinizado (III)*
“El Gran Divorcio” es una obra de ficción de Lewis, que presenta la escatología cristiana en forma alegórica, realizando una interacción entre almas condenadas, purgantes, y las revestidas de la Gloria. Éstas vienen en busca de las que se han perdido para llevarlas a la salvación. (1) Uno de esos relatos tiene a Bonaparte como protagonista, el que aparece teatralmente en una rutina infernal. No supo amar y esta es la consecuencia:
“El más próximo (…) es Napoleón. Lo sabemos, porque dos amigos hicieron el viaje para conocerlo. Partieron mucho antes que yo viniera, por cierto, pero estaba allí cuando volvieron. Les costó unos quince mil años de los nuestros. Ya tenemos localizada la casa. Sólo un pequeño punto de luz y nada más por ahí cerca en millones de kilómetros.
-¿Pero ellos llegaron allí?
-Exacto. Se subieron y miraron por unas de las ventanas. Allí estaba Napoleón.
-¿Y qué hacía?
-Caminaba de un lado a otro, arriba y abajo todo el tiempo, de izquierda a derecha, de derecha a izquierda. No se detenía un momento. Los amigos lo miraron durante un año y nunca descansó. Y hablaba sólo, en voz baja., todo el tiempo. “La culpa fue de Soult. Fue de Ney. Fue de Josefina. La culpa la tuvieron los rusos. La tuvieron los ingleses” Algo así el todo el tiempo. Nunca se detuvo. Un hombre pequeño y gordo; se veía algo cansado, pero no parecía capaz de detenerse.”(2)
La “culpa” está en los otros .Que en realidad sólo fueron títeres de mi yo. “Yo” que no permitió su existencia real al subordinarla despóticamente, restándole toda independencia natural. La culpa de Ney es “mí” culpa, porque Ney sólo existió por mí.
El afirmar que Napoleón nunca podía detenerse, grafica esta búsqueda frenética e impotente de los que se buscan a sí mismos, basándose sólo en ellos. Negando cualquier otra realidad que pueda darles el sentido y la paz de un detenerse.
En el diálogo siguiente, Lewis, genialmente sintetiza los males del mundo, diciendo que su causa es que todos los hombres quieren ser Dios, (Oyarsa), lo hace en el mundo terrenal que describe en su obra ”Más allá del Planeta Silencioso”. Este lugar está lleno de maldad, porque cada habitante asume una condición absoluta, creyéndose un Dios.
“Había decidido desde un principio ser completamente franco, porque ahora estaba convencido de que proceder de otro modo no sería Jnau, además de ser inútil. Se quedaron atónitos con lo que les contó de la historia humana: guerra, esclavitud y prostitución.
-Es, porque no tiene Oyarsa- dijo uno de los alumnos.
-Es, porque cada uno de ellos quiere ser un pequeño Oyarsa- dijo Augray.”(3)
Esto concuerda con la noción de pecado del cristianismo (4) Es ausentarse de la presencia de Dios y autodeterminarse, siguiendo cánones propios, dictando los actuares existenciales bajo un prisma único y personal. El que se autocrea, al separarse de su referencia entitativa, tendrá necesariamente que elaborar una teoría sobre sí mismo y ser consecuente con ella. Si esta acción tiene algunos grados de perfección, nunca podrá alcanzar la riqueza que sólo otorga la sumisión a la realidad, tal cual es.
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(*) Meditación basada principalmente en textos de C.S. Lewis
(1) Lewis plantea que: “Se debe representar el infierno como un estado en el que todo el mundo está perpetuamente pendiente de su propia dignidad y de su propio enaltecimiento, en el que todos se sienten agraviados y en el que todos viven las pasiones mortalmente serias, que son la envidia, la presunción y el resentimiento” LEWIS, C. S. Cartas del diablo a su sobrino, (prefacio) Andrés Bello, Santiago de Chile, 1993, pp.13-14
(2)LEWIS, C.S. El gran divorcio, Santiago de Chile Andrés Bello.1994. Pp.24-25
(3) LEWIS, C.S. Mas allá de planeta silencioso, Minotauro, Barcelona, 2007. pp. 148-149. El nombre de Oyarsa obedece a una especie de dios, era eterno y sabía y gobernaba todo, Jnau es el nombre genérico de las criaturas que habitan Malacandra, el planeta considerado como un todo op.cit.pp84, 99,100.
(4) “El pecado en la Sagrada Escritura no tiene nada en común con “el error” de los griegos, ni se restringe a la violación de un mandato. Sea cual fuere su objeto o materia, se trata, esencialmente, de una ofensa contra Dios. En efecto, en la Revelación el pecado es siempre presentado como una ruptura de la relación con Dios.” FUENTES, P. Miguel Ángel, I V. C .Los principios fundamentales de la teología moral católica San Rafael, 2005p.166.