El eco de Santo Tomás en nuestra comunidad

Cada año, al conmemorar la Semana de Santo Tomás de Aquino, volvemos la mirada hacia un legado que no solo pertenece a la historia, sino que se renueva en la vida diaria de quienes forman parte de nuestras comunidades educativas. Sus enseñanzas, siguen siendo una guía valiosa en un mundo en constante transformación.

El amor a la verdad, uno de sus principios más profundos, se refleja en la manera en que estudiantes, académicos y colaboradores asumen la honestidad intelectual y la coherencia ética como base de sus decisiones. Reconocer los límites del saber, mantener la humildad para aprender de otros y poner la transparencia al centro de nuestras relaciones, son actitudes que mantienen vivo ese valor.

La excelencia y el esfuerzo, lejos de ser una consigna abstracta, se manifiestan en la dedicación de quienes preparan una clase, investigan, ensayan un proyecto o enfrentan sus evaluaciones. En un tiempo en que predomina la inmediatez, Tomás de Aquino nos recuerda que lo valioso se construye con paciencia, disciplina y compromiso constante.

También la fraternidad y la solidaridad encuentran expresión en los gestos cotidianos: en la disposición a acompañar a alguien, en el trabajo colaborativo que pone en común talentos diversos, o en la preocupación genuina por el bienestar del otro. Estos actos sencillos fortalecen el sentido de comunidad y nos recuerdan que nadie avanza en soledad.

Finalmente, el respeto y la inclusión son principios que se viven cuando abrimos espacio a las diferencias, cuando reconocemos la dignidad de cada persona y cuando comprendemos que la diversidad no es obstáculo, sino riqueza que amplía nuestra visión y experiencia.

Celebrar a Santo Tomás de Aquino es, en definitiva, reconocer que sus valores no habitan solo en los libros, sino en las acciones de quienes los encarnan día a día. En ellos se refleja un legado que sigue iluminando, con esperanza, el camino hacia una vida más plena, justa y solidaria.