Ciberbullying, el germen de una violencia extrema
Los hechos de los últimos tiempos nos han dejado sumidos en la perplejidad. Despertar con titulares de prensa que alertan sobre la irrupción de un alumno armado a un establecimiento educacional y que abre fuego en contra de un compañero, o un adolescente que pretendía realizar un atentado con bombas en su colegio, nos vuelven a la realidad. A esa que veíamos lejana. Distantes de nuestras apacibles vidas en el sur del mundo, la cual nos sorprende, alterando nuestras vidas. Hemos caído en cuenta que no estamos ajenos a estos fenómenos, que a esta altura tienen el carácter de global.
Sin embargo, a poco andar, se ha podido constatar que en muchos de estos casos, tristemente célebres, existió un germen que provocó o al menos condicionó ésta forma extrema de violencia juvenil, que nace muy larvadamente como una forma dañina y dolorosa de relación entre los niños y jóvenes como lo es el bullying y ciberbullying.
Jóvenes conocedores de las nuevas tecnologías de la internet, están recurriendo al ciberespacio para acosar a otros jóvenes/adolescentes, utilizando un nuevo método de intimidación-acoso cibernético, el ciberbullying.
La agresión por medio de internet o de celulares tiene un efecto nefasto en sus víctimas. Puede producir sensación de impotencia, desesperación, angustia y depresión, en casos extremos, autoagresión, deseos de venganza y hasta suicidio.
La incomprensión del fenómeno del acoso en todas sus variantes, la ausencia de atención integral y expedita, puede generar formas más radicales de violencia, como las observadas en el último tiempo.
Desde el punto estrictamente jurídico, conductas de esta naturaleza pueden ser constitutivas de una serie de delitos como amenazas y lesiones, además la ley 20.536 sobre Violencia Escolar, sanciona el bullying que se realice dentro y fuera del establecimiento escolar, ya sea por una persona o en forma colectiva. Sin embargo, la posible sanción penal o disciplinaria puede parecer insuficiente sino de aborda el fenómeno en toda su dimensión.
Son pocos los casos en que los jóvenes quieren hablar con sus padres sobre éste tema, y muchos menos aquellos que solicitan ayuda cuando son víctimas de este tipo de violencia, por lo tanto urge un llamado a tomar conciencia sobre el fenómeno, ponerlo en la discusión púbica y familiar y alertar sobre sus nefastas consecuencias.