Chile: ¿Quo Vadis?
Según la tradición católica respecto a la historia de San Pedro, éste escapando de Roma se encontró con Jesucristo cargando la cruz. Al verlo, le preguntó: «Quo Vadis, Domine?» (¿Adónde vas, Señor?) a lo que Cristo contestó «Voy hacia Roma para ser crucificado de nuevo». Pedro, avergonzado de su actitud, regresa a Roma a continuar su ministerio siendo crucificado posteriormente en el lugar en que hoy se encuentra la Basílica de San Pedro.
Como sociedad pareciera que hemos adoptado una actitud similar a la de Pedro, huyendo en temas como el fútbol o la farándula, porque la contingencia nos agobia y mantiene muy ocupados, con pocos espacios para reflexionar sobre aspectos de carácter transversal y trascendental, como lo es el futuro de nuestro país. Así, la solución más a la mano parece se escapar por nuestra propia Vía Apia.
Lo anterior es también una señal de la profunda crisis de confianza que atravesamos como sociedad, de la frivolidad y del nihilismo que nos aqueja, con profundo desencanto con que encaramos el futuro. No se necesita demasiado esfuerzo para advertir que ese rasgo está muy presente en las nuevas generaciones, reflejo fiel de una comunidad global igualmente desencantada e indignada. Concentrada en la queja callejera, pero desentendida de las urnas.
Somos víctimas de una sociedad donde el esfuerzo parece no importar y en la que existen cada vez menos espacios para el desarrollo personal y laboral. Muchos jóvenes muestran hoy claros signos de un prematuro agotamiento espiritual y rasgos inquietantes de abulia y desinterés. Un embriagamiento de individualismo desbordado, por encima de otros valores. Personas que no encuentran estímulos para concretar proyectos personales de largo alcance y compromiso.
Una frase que refleja un buen camino para retomar nuestro desarrollo humano dice que “en la única parte en que el éxito está antes que el sacrificio y el trabajo es en el diccionario”. Esa es la esencia de la vida. Saber que existe un tiempo de siembra y otro de cosecha, que aquello que más nos cuesta es lo que atesoramos con mayor celo, y por lo mismo creo importante destacar a todas esas personas que anónimamente se esfuerzan, día a día, en sacar adelante sus estudios, pese a la adversidad.
Me parece fundamental que los jóvenes consigan mayores y mejores espacios de participación, pues sólo así construiremos una verdadera sociedad. En ello las universidades tienen un papel central, ya sea a través de las federaciones de estudiantes, donde tradicionalmente las juventudes políticas se expresan y curten; o bien mediante las escuelas de gobierno y liderazgo que se han implementado desde hace un tiempo en diferentes casas de estudios. Las señales y diagnósticos están claros, pero son en definitiva nuestros líderes políticos y sociales, de todos los sectores, quienes deben responder a esa inquietante pregunta ¿Adónde vamos? y paradojalmente volver a cumplir la labor que la sociedad les ha encomendado regresando al camino del cual este país nunca debió alejarse, como ejemplo a nivel mundial de cultura cívica y desarrollo social.