Adulto mayor en Chile: entre el progreso y la vulnerabilidad
Dos casos recientes, de hondo perfil humano, me han llamado la atención sobre la condición del adulto mayor en Chile. La muerte por frío de un anciano en situación de calle en Santiago, así como el asesinato y posterior suicidio de una pareja enferma y sola en Conchalí, me obliga a reflexionar sobre qué está pasando con las personas de tercera edad.
En el primer caso, el fallecido se negó a ir a un albergue en medio de una fuerte ola de frío que azotaba el país. En el segundo, “un abuelo con cáncer mata a su mujer postrada y luego se suicida” (así tituló la prensa), por lo que soledad y abandono son las dos palabras que me quedan dando vueltas.
Un análisis de Libertad y Desarrollo de la Casen 2015 nos muestra que, “entre 1990 y 2015, los adultos mayores se han más que duplicado de 1.306 a 3.076 millones de personas, así el índice de envejecimiento se encuentra en aumento ya que existiría una relación de 86 adultos mayores (personas de 60 y más años) por cada 100 niños (personas menores de 15 años). Además, la mitad de los adultos mayores en Chile se encuentra viviendo en pareja (50,1%), y entre 2006 y 2009 el ingreso total de ellos ha crecido en un 22%, pasando de $ 270.339 a $ 329.869. En el mismo período de tiempo, 276.090 adultos mayores salieron de la pobreza y en el tramo entre los 65 y 69 años, un tercio de la población se encuentra ocupada”.
O sea – a la luz de las cifras – se observan progresos evidentes en la calidad de vida de este grupo etario: viven más años, son más autónomos, practican actividades deportivas, sociales o de tiempo libre, y en muchos casos, son el soporte económico de la familia. Por ejemplo, para el caso español, han sido ellos quienes en medio de la peor crisis económica de la historia reciente del Reino peninsular (2008-2018), han dado la cara apoyando a hijos y nietos de muy diversas maneras.
Aunque tampoco es menos cierto que también para España, los ancianos (los más longevos del mundo junto con los japoneses) se sienten infravalorados por la sociedad en general, así lo manifestó un 68% de los consultados en un estudio reciente. No me sorprendería que en Chile nuestra situación no fuera muy diferente.
Ahora bien, por muy contundentes y positivos que sean algunos de estos datos empíricos presentados previamente, no alcanzan para explicar o dar buena cuenta del sufrimiento y dramatismo que encierran algunas situaciones como las ya referidas.
En suma, se puede hacer un balance agridulce, pero optimista de cara al futuro, de la situación del adulto mayor en Chile, pues claramente se observan mejoras reales en sus condiciones de vida. Sin embargo, persisten hoy algunos problemas o focos grises que deben ser atendidos. Aquí la propia comunidad activa, las juntas de vecinos, los gobiernos locales, los centros de salud tienen mucho que decir y aportar en este aspecto.