La injusta brecha salarial entre hombres y mujeres
La desigualdad salarial se agrega a otras innumerables inequidades que afectan a las mujeres en el mundo del trabajo remunerado, y que, aun cuando se han hecho más visibles en las últimas décadas, siguen manteniéndose.
Me refiero a la menor participación en el mercado de trabajo (menor al 50%), la segregación ocupacional y la mayor carga global de trabajo, dada la pervivencia de una visión de cultura tradicional que asigna a las mujeres la mayor responsabilidad por las tareas domésticas y de cuidado de otros/as, que también debiéramos concebirlas como trabajo, y que necesitan ser repartidas por igual.
Diversas mediciones han mostrado que, a mayor educación y profesionalización, la brecha entre los ingresos que reciben hombres y mujeres aumenta, cuestión que resulta aún más incomprensible.
La relación de esta disparidad con otros ámbitos de la vida de las mujeres es preocupante, y ahí me quisiera detener.
Además del efecto simbólico negativo de vivir en una sociedad “desigual”, la brecha salarial vulnerabiliza el acceso de las mujeres al ejercicio de un derecho básico, que es la autonomía económica, puesto que, si la capacidad de generar ingresos propios se da en condiciones desiguales a los hombres, significa que las posibilidades de tomar decisiones económicas de las mujeres también se ven afectadas.
Segundo, la brecha salarial del presente afectará el derecho a la seguridad social de las mujeres en el futuro, pues a menores ingresos, menores ahorros previsionales, en un contexto de reparto individual como el que tiene nuestro país.
También puede desincentivar el ingreso o reingreso de mujeres al mercado laboral, solidificándose las tasas desiguales de participación laboral.
Y finalmente, la vivencia de esta desigualdad en espacios laborales mixtos está generando malestar e incomodidad en las mujeres, afectando negativamente el clima organizacional.
Todas razones más que suficientes para avanzar globalmente, desde lo público y lo privado, para terminar con esta injusta realidad.