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Psicología educacional: complemento y aporte para formar personas íntegras
La Psicología educacional y sus especialistas son constantes actores de la educación actual, y precisamente, la Escuela de Psicología de la UST La Serena tiene en el académico Francisco Araya al guía de esta especialización en la carrera, quien, desde su experiencia, detalla y comenta los alcances de la disciplina en algunos colegios de la zona.
Al margen de las recientes reformas, los análisis de expertos, los modelos a imitar y la voz de la opinión pública, nadie puede negar, hoy en día, los cambios que ha experimentado el sistema educativo del país en las últimas décadas.
A través de las noticias o del boca a boca, somos testigos de cómo alumnos, docentes y colegios ya no son lo mismo de antes. El paso del tiempo siempre trae consigo vientos de cambio, y ante ello, otras ramas de profesionales se han sumado al cuerpo de pedagogos de los establecimientos, como por ejemplo, Trabajadores sociales y Psicólogos.
Respecto a esta última área, la Psicología educacional y sus especialistas son constantes actores de la dinámica formativa en diversos establecimientos, y precisamente, la Escuela de Psicología de la Universidad Santo Tomás de La Serena tiene en el académico Francisco Araya Carrasco al guía de esta especialización en la carrera, quien desde su experiencia, detalla y comenta los alcances de la disciplina en algunos colegios de la zona.
Diagnóstico e intervención
En palabras del docente, a través de las asignaturas relativas a la Psicología Educacional la carrera se vincula con el medio y realiza acciones de Aprendizaje más Servicio orientadas a entregar una asistencia psicoeducativa a los establecimientos, y al mismo tiempo, otorgar a los y las estudiantes la posibilidad de poner en práctica sus aprendizajes y competencias, tanto transversales como específicas, en un contexto real, en el cual los problemas prevalentes de la psicología de la educación están sucediendo y requieren de manejo, prevención o contención.
Según detalla, este trabajo comienza en la asignatura de Diagnóstico Educacional, donde se efectúa un proceso de psicodiagnóstico escolar, “que para el caso de este año se realizó a un alto número de estudiantes de enseñanza básica del Colegio Héroes de la Concepción de La Serena, cuyos casos fueron derivados por el Departamento de Orientación y la Unidad Técnica Pedagógica; niños y niñas que manifiestan alguna debilidad en algún área de su desarrollo escolar y que no están siendo atendidos por el Proyecto de Integración Escolar ni por las acciones que son parte de la Subvención Escolar Preferencial (SEP)”.
Como segundo paso, en las asignaturas de Intervención Educacional I y II se diseñan <Programas de Intervención Psico-educativa> para trabajar terapéuticamente con los niños a lo largo de un año, completándose un total de 12 sesiones individuales de 60 minutos cada una, “las cuales pretenden resolver o aminorar las dificultades que han sido previamente evaluadas, teniendo siempre como foco el objeto de estudio de la psicología educacional, que son los procesos de enseñanza/aprendizaje; hecho que distingue nuestro quehacer del que efectúa un psicólogo clínico en su consulta”, explica.
En este mismo ámbito, el docente destaca el trabajo en materia de <electividad> en el Colegio Santo Tomás, que por medio de un proceso de psicodiagnóstico, identificó el área ideal a la que cada alumno debería optar a partir de tercero medio. Igualmente, se aplicaron y evaluaron acciones de intervención psicoeducativa grupal (talleres en el área de la convivencia escolar) en el Colegio Hellen Keller de Coquimbo; y asimismo, un grupo de estudiantes de Psicología fueron facilitadores del Programa de Habilidades para la Vida de JUNAEB en diversos colegios vulnerables de Coquimbo (talleres de desarrollo socio-emocional y cognitivo).
“Debemos tener conciencia de que aquellas personas con las que trabajamos son niños, y los niños requieren para desarrollarse armónicamente cariño, interés, motivación y modelos adecuados a los cuales observar para aprender conductas sociales positivas (…)”.
Convivencia escolar
Con la experiencia en terreno, ¿qué problemáticas se observan como las más frecuentes en los establecimientos? Sin dudarlo, el profesor Araya señala a las dificultades relacionadas a la convivencia escolar, “donde encontramos un amplio abanico de situaciones, que van desde brusquedad de los juegos en el patio, bullying, y manifestaciones de agresividad y violencia propiamente tal”, explica.
Al respecto, el ambiente que rodea a niños y jóvenes tiene un rol preponderante, sostiene, ya que muchos de estos menores provienen de contextos sociales complejos o de familias multiproblemáticas, en las que conviven una serie de dificultades y factores de riesgo que hacen aún más difícil la labor de la escuela. “Por ello, el abordaje de estos alumnos es en algunos casos urgente, y se requiere hacer uso de los más importantes valores humanos, como la esperanza o el amor hacia el otro, y así también, se necesita de mucha preparación por parte de los estudiantes de psicología”.
Otro espectro de situaciones recurrentes son los problemas conductuales: niños que muchas veces tienen un diagnóstico previo o cargan con un estigma asociado a su comportamiento, tales como trastorno de déficit atencional con hiperactividad, o trastorno oposicionista desafiante, entre otros. Pese a esto, indica el experto, se intenta tener una visión positiva y propositiva de los niños y de la infancia, evitando, en la medida de lo posible, los rótulos o diagnósticos psicológicos o psiquiátricos, los cuales funcionan muchas veces más como elementos restrictivos en vez de co-ayudantes para el desarrollo integral de los infantes.
“Debemos tener conciencia de que aquellas personas con las que trabajamos son niños, y los niños requieren para desarrollarse armónicamente cariño, interés, motivación y modelos adecuados a los cuales observar para aprender conductas sociales positivas, y eso es lo que intentamos: entregarles un modelo sano de desarrollo, enseñarles a reconocer sus emociones y las de los demás, a empatizar, a ser asertivos, a potenciar su autoestima escolar, a desarrollar valores, a reconocer y poner en práctica talentos y virtudes, entre muchos otros tópicos que los pre-practicantes deben intentar desplegar con estos pequeños”, especifica.
Tras asumir que estos problemas existen y seguirán existiendo, el profesor Francisco afirma que para abordarlos se requiere tener una visión sistémica, holística, comunitaria y humanista de la educación, en relación a que hoy en día el sistema escolar en general no ofrece muchas alternativas para el desarrollo integral de los niños, “resultando, incluso, en algunos aspectos retrógrado o con poca conexión con las nuevas teorías o ideas de la educación y la psicología escolar. En este escenario, las citadas instancias de apoyo a la labor de la escuela y de los educadores ofrece a esos niños una posibilidad para interactuar de formas distintas a las acostumbradas, y desde allí, aprender también habilidades diferentes”.
“(…) la infancia debe ser feliz y debemos tratar de aportar en ello, “pues los niños deben disfrutar su experiencia escolar, aprender en base al juego, en base a la socialización y desarrollo del lenguaje, deben aprender a convivir pacíficamente en sus comunidades, y ello, reitero, requiere de mediadores aptos, y de profesionales y padres que den un ejemplo positivo a sus educandos e hijos”.
Infancia positiva y el rol de la familia
¿Todo anda mal con niños y niñas en las aulas y los recreos? Claro que no, comenta el experto, pues la infancia en sí misma es positiva, y en donde cada uno y cada una de ellos y ellas son personas con variados talentos y cualidades: “inclusive, decimos que en muchas ocasiones aquellos comportamientos que para los adultos son problemas difíciles de tratar, son en realidad potencialidades del niño, las cuales evidentemente necesitan orientarse, conducirse o redefinirse”.
“Lo importante será no estigmatizar y segregar a los niños, creer en ellos y darles la oportunidad de evolucionar”, subraya, recalcando al mismo tiempo que la infancia debe ser feliz y debemos tratar de aportar en ello, “pues los niños deben disfrutar su experiencia escolar, aprender en base al juego, en base a la socialización y desarrollo del lenguaje, deben aprender a convivir pacíficamente en sus comunidades, y ello, reitero, requiere de mediadores aptos, y de profesionales y padres que den un ejemplo positivo a sus educandos e hijos”.
Sin embargo, el citado ejemplo positivo o modelo a imitar no está presente en todos los hogares, observándose diversos escenarios donde se desenvuelven los pequeños y jóvenes. El ejemplo más común es aquel donde los padres deben trabajar para sustentar el hogar, “hablamos de familias que no tienen muchos recursos económicos y que por ende necesitan ausentarse de casa para disponer del dinero que les permita sustentar sus necesidades básicas. En tales casos, si bien esta ausencia no es criticable, se dan consecuencias negativas en el desarrollo de los niños, salvo cuando existe un sustituto adecuado que supla la función formadora de los padres”.
De igual forma separaciones, divorcios, conflictos intrafamiliares, y en ocasiones, situaciones más graves relacionadas al núcleo familiar o sociocultural, que por lo general son manejadas inadecuadamente por los adultos, hacen que el niño se encuentre en riesgo o comience a manifestar conductas que escapan del espectro de sus comportamientos normales.
“Es frecuente que los niños muestren esas manifestaciones conductuales o emocionales indeseadas en el contexto escolar. Por este motivo, en ocasiones se requiere un doble abordaje, tanto escolar como externo a la escuela, ya sea con el apoyo de un psicólogo clínico infanto juvenil o de un terapeuta familiar”, añade el profesor, indicando también que desde su experiencia como clínico infanto juvenil en consulta privada, “queda de manifiesto que lo que ocurre con más frecuencia es que los padres requieren lineamientos o psicoeducación en uno o varios temas, y que una vez que esta se entrega, comienzan a ocurrir mejoras sistémicas, es decir, en la mayoría de los casos los déficit son subsanables con cierta facilidad. Aunque también hay situaciones de mayor complejidad que requieren más tiempo y esfuerzo por parte de las familias”.
“los niños son lo más importante que tenemos como país, como comunidades y como familias. No hay esfuerzo que no valga la pena realizar para que ellos y ellas logren desarrollarse positivamente”.
El papel de la psicología
Ayudar a mejorar los procesos educativos, y por qué no, a formar personas más íntegras es el objetivo de la Psicología Educacional, “y para ello estamos trabajando y tratando de formar profesionales de calidad que puedan ser un aporte a la sociedad de nuestra región y del país”, destaca el experto, recordando también que la psicología es una disciplina de larga data, “y a lo largo de su historia ha nutrido con sus teorías, modelos y enfoques a muchas otras profesiones como la pedagogía, la educación diferencial y la fonoaudiología, sólo por nombrar algunas”.
Igualmente, el académico comenta que las reformas educativas siempre incorporan como aspectos centrales ideas y conceptos propios de la Psicología, “por lo que en realidad la profesión desde hace mucho ayuda al progreso de la educación, proceso que también es mutuo, ya que nosotros también nos nutrimos de la pedagogía, la filosofía o la biología, y así debe ser, pues el desarrollo humano es multicausal, multivariable y biopsicosocial, por lo que actuar desde el sesgo de la propia disciplina puede ser una gran debilidad para un profesional”.
Finalmente, subraya el valor de la infancia para la nación, enviando un mensaje de confianza y motivación a todos quienes trabajan con y para los niños, “pues ellos son lo más importante que tenemos como país, como comunidades y como familias. No hay esfuerzo que no valga la pena realizar para que ellos y ellas logren desarrollarse positivamente”.
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