El viernes 05 de junio, en el marco del Día Mundial del Medio Ambiente, la Facultad de Ciencias organizó una nueva charla enfocada en la biodiversidad, específicamente sobre la Ecología trófica de cetáceos en el Estrecho de Magallanes, dictada por Daniela Haro, bióloga marina e investigadora del Centro Bahía Lomas de la UST.

Antes de presentar sus estudios, la investigadora precisó las definiciones de ecología y trófica, siendo la primera una ciencia que estudia la distribución y la abundancia de los organismos en el medio ambiente y está dada por la interacción entre los organismos. Por otro lado, trófica tiene relación con la nutrición o dieta de los distintos animales.

“Para analizar las interacciones tróficas en distintos organismos es necesario conocer la composición de la dieta de los animales y, ¿cómo hacerlo? Hay métodos tradicionales, como el análisis de las fecas, análisis del contenido estomacal y observar a los animales alimentándose en su ambiente natural. Pero también existen los métodos bioquímicos, que corresponden al análisis de los ácidos grasos, el análisis de isótopos estables y un análisis del ADN que se llama DNA Metabarcoding”, comentó Daniela.

Para sus estudios, la investigadora utilizó el análisis de isótopos estables, técnica que permite determinar, por ejemplo, la dieta, la posición trófica y el nicho de especies entre otros aspectos ecológicos.

Primer caso

El primer estudio estuvo enfocado en orcas falsas, cuya especie vive en grupos de hasta 100 individuos que habitan en aguas profundas, tropicales y subtropicales de ambos hemisferios y es una de las especies que vara con mayor frecuencia.

“En Chile sabemos muy poco de esta especie, hemos registrado apenas 8 varamientos en territorio nacional desde 1946 y un poco menos de 200 avistamientos desde 1981. En cuanto a la alimentación, es principalmente de cefalópodos, peces y pequeños cetáceos. De aquí se desprende su nombre “orca falsa” ya que al igual que las orcas pueden alimentarse de otros cetáceos (delfines o crías de ballena)” comentó Daniela.

El objetivo de esta investigación fue evaluar y comparar el nicho isotópico de machos y hembras adultos de orcas falsas, en dos varamientos distintos en el estrecho y, para ello, utilizó carbono 13 y nitrógeno, los isótopos más utilizados para el estudio de la dieta. “El carbono me va a indicar dónde se están alimentando, en zona costera o en mar abierto. Y el nitrógeno me va a indicar la posición trófica, es decir, si comen productores primarios (como la vegetación o plantas) o si puede consumir lobos marinos o delfines”, afirmó.

Las muestras para la investigación se tomaron en dos varamientos: El primer varamiento fue registrado fue en 1989 en Bahía Lomas y se tomaron muestras óseas de 34 animales. El segundo más reciente y para el que se tomaron muestras de piel para este estudio, fue en febrero del 2013 en el que vararon 46 animales. Tras el procesamiento de las muestras de ambos varamientos permitió definir el área de nicho y los resultados fueron:

  1. En el varamiento de 1989, no hubo mayor diferencia entre machos y hembras. Sin embargo los machos presentaron un nicho mayor.
  2. En 2013, las hembras presentaron un nicho mayor.

Las conclusiones del estudio fue que al analizar distintos tejidos (óseos y piel) y en escalas temporales diferentes,

  1. Al analizar orcas falsas del año 89, la dieta me va a indicar una escala temporal más alta (años) por el colágeno de los huesos que tarda más tiempo en regenerarse.
  2. En cambio, al analizar las muestras de 2013, la piel tiene una regeneración mucho más rápida, lo que me va a indicar la dieta de semanas atrás o meses atrás. No en una escala temporal mayor.

Segundo caso

El segundo caso está enfocado en la dieta de las ballenas jorobadas, específicamente a la población del pacífico suroriental.

“Esta especie se reproducen y nacen, generalmente, en las aguas de Colombia y Ecuador. Y todos los años estas ballenas migran a alimentarse principalmente a la costa oeste de la península antártica. En cuanto a la alimentación, se conoce que es una especie generalista, que se alimenta tanto de peces como de zooplancton. Y por observación directa en el estrecho de magallanes, se sabe que esta especie se alimenta de krill, langostinos y sardinas, esto en base al trabajo con isótopos estables”, comentó la investigadora.

El estudio se realizó entre febrero y mayo de los años 2011, 2012, 2016 y 2017. En el área se colectaron muestras de ballenas y sus presas, sardina, langostino y krill.  El objetivo de este estudio fue analizar factores intrínsecos (ontogenia o clases de edad, juveniles o adultos), extrínsecos (estacionalidad de la alimentación), que pueden influir en la dinámica del nicho de la ballena en el estrecho.

La realización del estudio y toma de muestras se ejecutó en el área marina Francisco Coloeane. “Esta área es la primera área marina del país que se creó para proteger el área de alimentación de las ballenas jorobadas y el área de reproducción de lobos marinos y pingüinos”, afirmó.

Al procesar las muestras en laboratorio, los resultados evidenciaron, por ejemplo, que en  2011 la contribución de la dieta fue mayoritariamente en base a sardinas, en 2012 en langostinos, al igual que en el periodo 2016/2017. “Si bien no se observan grandes diferencias en las dietas de juveniles y adultos, los langostinos fueron preponderantes en la dieta de los juveniles en todas las temporadas. Tampoco se observó una mayor diferencia de alimentación en verano y otoño”, comentó Daniela.

La conclusión del estudio, según la investigadora, “reveló que si bien en la literatura uno puede encontrar diferencias en la dieta de los mamíferos marinos durante su ciclo de vida, en este trabajo no evidenciamos esa diferencia entre adultos y juveniles en el estrecho de magallanes. Sin embargo uno de los hallazgos importante fue el alto consumo de langostinos por parte de los juveniles que se podría dar por los requerimientos energéticos que estos necesitan”, concluyó.